sábado, 28 de marzo de 2020

La espiritualidad ásatrú integra la tradición y la ciencia en la consecución del destino de nuestro pueblo


El estudio de la teoría de la relatividad es de gran importancia para los odinistas, porque nos permite conocer la naturaleza del espacio-tiempo, las leyes que lo gobiernan y como nuestro pueblo puede utilizarlas para explorar y colonizar las galaxias. Conceptos como el flujo del tiempo (posibilidad de logar la inmortalidad o el viaje al pasado), la relatividad de las medidas, la simultaneidad de los sucesos, el movimiento y la velocidad de los cuerpos, la imposibilidad de superar la velocidad de la luz en un universo donde las distancias se miden en millones de años luz, nos abren la mente ante una belleza antes no vislumbrada. Nuestra espiritualidad no se contenta con leer mitos, ni en construir códigos de conducta, ni en la celebración de ritos que nos hagan creer que somos más importantes. No, nuestra espiritualidad ansía el conocimiento científico para dominar la naturaleza y canalizarla hacia nuestro progreso material, intelectual y espiritual. No, nos contentamos con ver el amanecer, el transcurso de las estaciones y el movimiento de los astros en las noches despejadas. Queremos palpar las estrellas, viajar entre las nebulosas, acercarnos a los agujeros negros y quién sabe si saltar al hiperespacio. 
Es posible que muchos ásatrú se contenten con estudiar la mitología, las tradiciones, las lenguas ancestrales, la liturgia, quedando anclados en el pasado. Esa actitud es contraria a la voluntad de poder que guía el espíritu de innovación IE. Una espiritualidad de este tipo ─de influencia abrahámica─ no pone en tensión la voluntad de poder, ni se crea nuevos héroes, simplemente adormece nuestro espíritu, olvidándonos quiénes somos y que queremos ser. 
Los vikingos desarrollaron los mejores navíos de su tiempo, crearon espadas de un acero más resistente que él de sus adversarios, desarrollaron técnicas de combate adaptadas a sus recursos, sus berserkers dominaron las técnicas psíquicas, infundiendo pavor en sus enemigos... Si nuestra espiritualidad se desentiende de la ciencia, de la técnica y de la política se convertirá en algo meramente folclórico, estéril, un opio para nuestro pueblo. La espiritualidad ásatrú, la fe en los Dioses ancestrales, debe ser la quintaesencia que una todos los saberes en una ciencia, que nos permita profundizar en la compresión del todo y sus partes, como una realidad tanto objetiva como subjetiva, una y múltiple, racional y vital, con el objetivo de acelerar nuestra evolución hacia la divinidad. El ásatrú que pretendemos desarrollar es en sí mismo un ser vivo e inteligente, un arquetipo que guía a todos los seres hacia su fin. 
Las grandes doctrinas, mientras fueron fieles al espíritu étnico, guiaron a los pueblos hacia la grandeza y la gloria, plasmadas en el arte, la literatura, la ciencia, la política, la filosofía, la economía, etc. En cada época de la historia un pueblo IE tomo la lanza y se abrió paso, como los héroes homéricos, guiando al resto de pueblos IE. Los griegos brillaron cuando Europa estaba sumida en la ignorancia y la mediocridad. Los romanos crearon una civilización fundada en el imperio de la ley, en la ingeniería, el comercio, el poder militar... El renacimiento supuso una vuelta al espíritu IE, las naciones europeas conquistaron el planeta, expandiendo su cultura. Hoy en día, si queremos que los pueblos IE sigan siendo la vanguardia de la humanidad, debemos recuperar la visión holística-cartesiana que emana de la tradición de los pueblos IE.
Amamos nuestros mitos y tradiciones, pero ellos solo manifiestan todo su poder a través de la ciencia. Los mitos nos dicen quienes somos y que queremos ser, la ciencia nos dice como hacerlos realidad.