jueves, 15 de agosto de 2019

Dioses y Humanos, una misma naturaleza en diferente grado evolutivo


La posibilidad del hombre de ascender en la escala evolutiva es una de las características diferenciadoras de la religiosidad IE. El hombre no nace para vivir conforme a la moral impuesta por un dios absoluto. Todo hombre es un héroe en ciernes, debe desarrollar sus capacidades para llegar a cumplir con su destino divino. 

Los grandes héroes, por sus hazañas llegan a igualar a los Dioses, pues los mismos dioses antes fueron héroes y con anterioridad simples mortales. Los hombres y los Dioses como decía Hesiodo comparten origen, se diferencian por su estado evolutivo: “Si quieres ahora, con todo detalle te contaré otro relato y tú grábate en tu mente como hombre y dioses han llegado a ser del mismo origen”[1]
En las religiones monoteístas el ser humano será siempre un siervo, un pecador redimido. Los grandes héroes como Dionioso o Heracles no solo llegaron a ser Dioses, sino que alcanzaron puestos relevantes en la sociedad divina. Los mitos de los amores entre Dioses y humanos nos dicen que tenemos genes divinos, pero también que los Dioses se preocupan por nuestra evolución; una evolución que debe ser gradual en el tiempo para que vaya acompasada con el desarrollo cultural y social. Está claro que los antiguos no tenían conocimientos de ingeniería genética (por lo menos el común de los mortales, otra cosa eran los sabios, druidas, etc.), por lo que utilizan la figura del apareamiento entre Dioses y humanos.  Los Dioses si disponían de la tecnología necesaria para manipularon el genoma humano, de otra forma no se explica la rápida evolución de los IE. 

En la Grecia clásica no había ciudad que no estuviese orgullosa de fundar su origen en Zeus. Las grandes familias remontaban sus genealogías a un descendiente de Zeus. Aquiles y Ayax descendían de la ninfa Egina y Zeus. Los troyanos estaban orgullosos de descender de Dárdano, hijo de Zeus y la pléyade Electra, los espartanos de Zeus y de la ninfa Taigete[2], etc. Los griegos tenían gran fervor por Zeus. El oráculo más famoso estaba en Dodona. 



[1] Hesiodo Trabajos y Días, opus cit., pág. 89, versos 106 a 109.
[2] Francesc L. Cardona, Mitología Griega, opus cit., pág. 60