Mueren riquezas,
mueren parientes,
también uno mismo muere;
la gloria tan sólo no muere jamás,
la de aquel que ganársela logra.
Hávamál, estrofa 76.
Déte consuelo
oh punta de hueste
el bien que a tu vida, señor, fue
dado:
¡Nadie en la tierra, habrá bajo el
sol
que en gloria, oh Sigurd, jamás te
iguale!
Gripisspá, estrofa 52
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