domingo, 6 de noviembre de 2016

3. La Situación del Imperio Romano en el siglo IV

La llegada de los godos a Hispania se produjo como consecuencia del hundimiento del sistema político y económico que sustentaba el imperialismo romano. Roma mantenía un férreo control de las poblaciones sometidas. Así podía explotar los recursos mineros, forestales, agrarios, ganaderos, humanos (esclavos, soldados), tributarios, etc. Todos estos recursos eran imprescindibles para alimentar la maquinaria imperialista. Las calzadas, los puentes, los puertos, los limes, etc suponían una ingente cantidad de recursos; pero eran imprescidibles para poder movilizar sus legiones a cualquier parte del Imperio donde se produjese una rebelión.

La principal debilidad de Roma estaba en sus élites corruptas, la república cayó por la imposibilidad de los patricios y senadores de alcanzar un acuerdo que les permitiese mantener una administración eficiente, con un nivel de corrupción aceptable. Pero las grandes familias necesitaban alcanzar las altas magistraturas para alimentarse de los caudales públicos y pagar a sus ejércitos clientelares. El mismo Julio Cesar derribó la República para evitar ser enjuiciado por los abusos cometidos en la guerra contra los Galos y los expolios que su condición de procónsul de las Galias le permitió cometer. Las reformas de Augusto, Trajano y otros grandes emperadores solo retrasaron lo inevitable. Pues el Imperio Romano era una tiranía. La imagen de sofisticación, de grandeza, de cultura se sustentaba en una explotación brutal de las clases humildes por las más ricas, un sistema piramidal donde la brutalidad no tenía límite a pesar del derrecho romano. Un emperador asesinaba a un senador por una mala mueca, un senador apresaba a un equites por envidia de su fortuna reciente y así recorriendo una larga pirámide social. La guerras civiles a parte de los crimenes que ocasionaron, socabaron los principios ideológicos que hacian de Roma un estado seguro de su destino hegemónico. El colapso de Roma no es un hecho debido al desacierto de sus últimos empereadores, venía fraguándose desde el inicio del Imperio.

Orosio en su libro VII de la "Historia Contra los Paganos", decía que la ruina de las Hispanias fue  motivada por el abandono de la fidelidad a Roma y la vuelta al paganismo de los hispanorromanos.
El obispo galo Salviano de Marsella en su obra "Del Gobierno de Dios", expone que las poblaciones de la Galia e Hispania estaban fuertemente empobrecidas por las cargas de tributos, abusos de los gobernantes y desprotegidas militarmente. Por este motivo se unián a los bárbaros o se "tiraban al monte". Coincidiendo con Orosio que ya no querían ser romanos.

El obispo Sinesio en su obra del Regno, dirigida al emperador de Oriente se quejaba amargamente de que los bárbaros ocupen cargos importantes en la milicia, en la clase senatorial y sean los bárbaros los que nutran el ejército. Piensa que los bárbaros infiltrados en la dirección del Imperio llegado el momento se alíen con los esclavos de su misma procedencia y con sus hermanos de más allá del de las fronteras para dar el golpe de gracia al Imperio. Para afrontar  los peligros que vaticina, pide al emperador vigilar de cerca a los bárbaros infiltrados, armar un ejército de romanos, formado por filósofos, artesanos y campesinos; recuperando los altos sesntimientos de los romanos. Con ello dejarán de ser meros partícipes, consiguiendo los romanos por sí mismos las victorias, desdeñando el apoyo de los bárbaros. Sinesio anima al emperador a un vida alejada de la suntuosidad de la corte, más acorde con las tradiciones romanas.

La cuestión que no menciona Sinesio era que los cristianos había declarado ilegales las tradiciones romanas y sus cultos, imponiendo sin que fueran al principios conscientes los romanos, la moral y las costumbres israelitas. El cristianismo había destruido los últimos vestigios de las tradiciones indoeuropeas  habían hecho grande a Roma. En este sentido los godos y los suevos eran más romanos, que los ciudadanos imperiales sometidos al gobierno despótico del nuevo pueblo elegido por Yahve.

Los godos y los francos hicieron todo lo posible por manter lo poco que quedaba de las leyes y costumbres romanas en sus códigos legales, pero la iglesia cristiana, en su odio a todo lo que no fuese de naturaleza mesiánica condenó a la hoguera toda la cultura de los pueblos europeos. Pero el tiránico proyecto de los obispos no se pudo llevar a cabo en su integridad, pues debaja del culto a los santos, a las virgenes, a los santuarios pervivió la esencia espiritual indoeuropea. Esta saltaría a la luz durante el ciclo Artúrico y durante el Renacimiento, rompiendo las barreras del enemigo del hombre que ha encarndo el cristianismo. Los pueblos germánicos hicieron posible que la victoria del cristianismo fuese superficial, tan artificiosa como los milagros de Yeshua, aparatosos pero vacuos. Tendríamos que esperar al siglo XIX para que la "Santa Inquisición" dejase de quemar a las personas que se atrevían a estudiar los orígenes de los europeos, descubriendo que no descendemos de abraham, ni de Adan. Para que el estudio comparado de las lenguas europeas, iranias, indias y anatolias mostrasen que hace 6000 años nuestros antepasados fueron un pueblo orgullo de sus Dioses y Diosas, con unas tradiciones y un derecho que estamos descubriendo tras las brumas del oscurantismo cristiano.

E. Gibbon en su obra del siglo del siglo XVIII, "The Decline an Fall of the Roman Empire" considera que el periodo final del Imperio de Occidente fue una etapa de debilidades y miserias causadas por e cristianismo, por su repudio por la vida activa y su frenesí por la vida eremita. Fue el obispo de Blois, Henri Baptiste Gregoire,  quien acuño el término "vandalismo" para definir las acciones contra el estado. Para los intelectuales del romanticismo y del Sturm und Drang (Tormenta e Ímpetu) los bárbaros fueron los herederos de la cultura clásica y los creadores de Europa. Intelectuales como Winckelmann, J. W. Goethe, Nietzsche, mostraron gran interés por la fusión del mundo germánico y la antigüedad clásica. Sin saberlo, o sin mostrarlo, ambos deseaban  recuperar la identidad indoeuropea proscrita por los anatemas cristianos. Autores del siglo XX como Christopher Dawson, en su Making of Europe, manifiestan la necesidad de la búsqueda de los valores propios de los europeos al márgen del cristianismo exógeno (S. Muller).

Fuentes:

Rosa Sanz Serrano, Historia de los Godos. Un epopella histórica de  Escandinavia a Toledo. Editorial Esfera, sección Historia.

Luis A. Moreno, Historia de la España Visigoda, Editorial Cátedra.

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