La onomástica Suevo-visigótica
En
palabras del historiador alemán Wilhelm Reinhart[i],
“No hay región de la Península donde abunden entre la población, aún hoy, tanto
los nombres germánicos con en Galicia y el Norte de Portugal, aunque los que
subsisten representan sólo un pequeño remanente de los centenares de tales nombres
que había en tiempos medievales”. Los gallegos empezaron a usar nombres suevos a principios del siglo V
y su empleo se incrementó con la anexión al reino Visigodo.
La
presencia de topónimos visigóticos en el Noroeste de la Península, permite
suponer que un número significativo de la gens visigothorum se desplazó (topónimos
como valdegoda, gondaisque, godinha, guntín, godos, etc.). El predominio de la
onomástica germánica continuo en los
siglos VIII a X, como lo demuestran la documentación que nos ha llegado. En el
siglo XII eran comunes nombres como: Aldefonsus, Argilo, Astraulfus,
Bertosendus, Brandericus, Erbegunda, Hildemirus, Manosinda, Recedrudia,
Sigeredus, Sisulfus, Trastemirus, Ferdinandus, Turdilda, etc.
Los
nombres suevo-góticos se componen normalmente de dos elementos con un significado “psíquico” que sintetizaban los
anhelos de los padres para sus hijos. Según el estudioso alemán Joseph Maria
Piel, “se refleja, por lo tanto, la psicología de un pueblo primitivo en el mejor
sentido de la palabra y con innegable poética”[ii]
Se
escogían lexemas que significasen los valores más altos para los suevo-góticos,
valores de una sociedad libre y guerrera: gloria, autoridad, poder, riqueza,
bravura guerrera, veracidad, juicio, sabiduría, austeridad, etc.
Vamos
a citar unos ejemplos que nos ayudaran a interpretar los nombres germánicos.
·
Remismundo (rey suevo del 459 al 469):
Remis significa quietud, meditación y munds protección.
·
Teudemiro (rey suevo posterior a
Remismundo): Theus significa pueblo y
meries, famoso.
·
Rodrigo: Hroths significa glória y riks,
rico.
·
Leobegodo: De liuba, amable y goths,
bueno.
·
Guntisalvo (de donde deriva Gonzalo):
Gunth significa lucha y salwa, firme
Los
animales inspiraron a nuestros antepasados valores que transmitir a sus hijos.
Eran apreciados el jabalí (ebor), el oso (baira), el lobo (wulf), el águila (ar),
el cisne (swan). Como ejemplos tenemos Eborico y Eurico, Bermudo, Viliulfo y
Aragildo. A la hora de componer un nombre, ciertos elementos solían ponerse
como primer lexema, un ejemplo es Arg (fuerte, intenso, potente): Argibaldo,
Argilego, Argimiro, Argileuba, Argifonso, Argesindo, Argimundo. Rod (gloria),
Hilde (lucha), Ermen (fuerte), Guil, Wil (voluntad), Astra (espléndido).
Otros
elementos eran más propios de ir en segundo lugar como: gilt (<gildo, significando valioso, apto), reth (<rico,
redo, significando rico, poderoso), sinth (<sendo, sindo, significando
campaña), etc.
Los
nombres también podían estar formados de un solo elemento. Brando (<brand,
espada), Sande (<Santh, verdad), Miro, Fredo (<frithu, paz), Frumario
(<frumar, el primogénito), Theudis (pueblo, etnicidad). Los diminutivos se
componían con ilo, ila e iza dando lugar a nombres como Atila, Brandila,
Merila, Sandila y Teudila, Witiza y Egica. Suabila[iii],
Gotila y Ulfila vendrían a significar pequeño suevo, pequeño godo y lobezno.
Posiblemente
los nombres germánicos se componían de dos lexemas para combinar los nombres
del padre y de la madre. Si el padre era Rothriks y la madre Ermentrude, los
hijos podrían llamarse: Ermenerico, Trudilda, Rosende, Ermenegildo, etc.
Los
apellidos castellanos más comunes tienen su origen en el genitivo gótico “is”
empleado como sufijo de pertenencia (hijo de ): Rodríguez, Fernández, Álvarez,
etc.
Un
documento muy interesante para conocer la onomástica germánica de la alta edad
media se conserva en el Archivo General de Galicia. Es un documento escrito en
un penoso latín (¿quiénes lo escribieron hablan aun godo o suevo?, pues no se
entiende que empleasen un latín tan malo, cuando las lenguas romances aun no
habían nacido) en el año 954. En este documento, publicado en la revista
Galicia Histórica en 1901 se leen 140 nombres de los cuales son 105 suevo-visigóticos,
el resto son latinos. En palabras del lingüista alemán Joseph María Piel, no se
conoce un documento fuera de una nación de lengua germánica en el cual el 75%
de las personas tengan nombres germánicos. Esta es una prueba del poderoso
legado suevo-visigótico en el territorio del antiguo Reino Suevo. En la alta
edad media, llevar un nombre germánico suponía que esas personas habían
interiorizado la ideología propia de los suevos y visigodos, con su valores
morales, sociales, políticos, legales, etc. No era una cuestión de moda o
influencia política, pues en ese caso serían más atractivos emplear nombres
árabes. En nuestra opinión la profusión de nombres suevo-visigóticos
significaba que estas dos naciones aun eran las líderes de la población galaica.
Es
lamentable que las autoridades académicas no se interesen por los numerosísimos
documentos guardados en las catedrales de Santiago, Lugo, Orense y en los
tumbos de Sobrado y Monforte. Estos documentos aportaran nuevos datos sobre la
onomástica suevo-gótica y la evolución de estos nombres. Las hipótesis aceptadas
sin prueba alguna de que las lenguas sueva y goda se dejaron de hablar en
España en el siglo VIII o antes, no tienen fundamento al ver documentos
escritos en un latín bárbaro[iv],
pues estas personas conocían el significado de sus nombres y sabían los lexemas
combinar los lexemas germánicos. Esto nos lleva a conjeturar que el suevo y el
godo aun eran hablados por una parte importante de la población o por lo menos
se conservaba el conocimiento del significado de muchas palabras germánicas.
Como sabemos, en nuestra patria, todo lo relativo a las nobles naciones
visigoda y sueva está vetado, censurado y condenado al ostracismo por las
autoridades académicas y políticas. Esta censura no es de ahora, en la pasada
dictadura no se veía con buenos ojos los estudios sobre la nación sueva.
[i] Wilhem
Reinhart, Historia General del Reino Hispánico de los Suevos, Publicaciones del
Seminario de Historia Primitiva del Hombre, Madrid 1952, pág. 87.
[ii] Wilhem
Reinhart, opus cit., pág. 88.
[iii] Los
cronistas de los siglos VI y VIII, Jordanes y Paulo Diácono llamaban a los
suevos suabi o suavi y en opinión de W. Reinhart, probablemente se llamarían a
sí mismos suaben o en grafía alemana Schwaben. Wilhem Rienhart, opus cit. 90.
[iv] Wilhem
Reinhart, opus cit. 92.
Muy bien explicado, enhorabuena! Un tema que a los historiadores clásicos no les gusta tocar. Sigue así.
ResponderEliminarExcelente! Que no pare este blog!
ResponderEliminar