7.Adrianópolis, la Mayor Derrota del
Imperio Romano
En
el año 364 Valentiniano delegó el gobierno de Oriente en su hermano Valente.
Valentiniano se centró en sofocar varios levantamientos en África y Britania.
En Treveris estableció su estado mayor, supervisando la mejora de las defensas
del lines. Solicitó a los burgundios
ayuda militar contra los francos, alamanes y sajones. La situación demográfica era desesperanzadora, las levas no llegaban para
cubrir las bajas y las necesidades de formar nuevas legiones eran acuciantes,
pues continuamente se producían rebeliones de altos magistrados y los germanos
no paraban de acosar el limes. Para aliviar la presión estableció a los
burgundios en el valle del Po.
El
historiador romano Amiano, militar que sirvió en el limes, diferenciaba a los
godos en dos confederaciones: los tervingios y los greutungos. Los tervingios procedían del territorio
situado entre los ríos Dniéster y el Don, mientras los greutungos procedían de las llanuras más allá del río Don. Ya en el
tiempo del emperador Constantino los godos lanzaron incursiones en territorio
romano, como las descritas por el historiador Zósimo (II, 21) en Panonia,
lideradas por el jefe godo Rausimodo. Eran incursiones de pillaje, realizadas
por contingentes pequeños de guerreros sin sus familias. En el año 369, el jefe
godo Atanarico firmó un tratado con el emperador Valentiniano que permitió a su
grupo establecerse en Tracia. Amiano (27,5, 6-7 y 31, 3,4) designa a Atanarico
el título de magistrado y jefe tervingio, por lo que se ha pensado que era el
líder de un grupo numeroso e importante de visigodos. Atanarico había prometido
a su padre no poner el pie en territorio romano, por lo que se firmó el acuerdo
en una barca en medio del Danubio. Atanarico había apoyado a Procopio en su
candidatura a emperador, tras la muerte de Juliano II. Se sabe que el padre de
Atanarico había sido rehén de los romanos en Constantinopla. En aquellos
momentos la agresividad y fanatismo de los predicadores cristianos hacia los
cultos paganos se tradujeron en la destrucción de templos paganos de los
visigodos, razón por la cual Atanarico tuvo que expulsar a los clérigos
cristianos del territorio visigodo.
Los
historiadores romanos Amiano y Zósimo nos dicen que los godos se concentraron
con sus mujeres, hijos, ganado, carretas y enseres en las márgenes del Danubio.
Los romanos facilitaron pocas barcas por lo que muchas naufragaron por exceso
de carga, ahogándose muchos godos por la fuerte corriente del Danubio, lo que
provocó júbilo entre los soldados romanos que custodiaban la entrada de los
godos en Moesia Inferior.
Isidoro
en su Historia de los Godos dice que
Atanarico fue el primer líder de los godos, dividiéndose la nación de los
tervingios en dos grupos liderados por Fritigerno y Atanarico. Entre ambos
líderes hubo conflictos. La llegada de continuas oleadas de godos dirigidos por
los jefes Alateo y Safrax a las márgenes del Danubio, empujados por los hunos,
aumentó la tensión al tener que repartir
los escasos recursos del territorio. Amiano (IV, 20, 6-7) nos dice que
el pacto firmado entre el emperador Valente y Fritigerno incluía la entrega de
las armas que poseían los guerreros godos, lo cual era algo deshonroso, pues
las espadas pasaban de padres a hijos y eran sagradas. Se estima que cruzaron
el Danubio unos 200.000 godos. Los generales romanos Lupicino y Máximo
decidieron sacar beneficios personales vendiendo la carne a precios
desorbitados, la crueldad llegó hasta vender carne de perros a cambio de la
esclavitud de niños. La desesperación de los godos ante la hambruna que mataba
a los más débiles, las vejaciones cometidas por los legionarios y el
incumplimiento total de los acuerdos firmados con el emperador condujo a los
godos a preparar un plan para recuperar la libertad perdida.
Los
romanos se percataron de la tensión reinante y como los godos dejaban de ser
sumisos ante las bravuconadas de los legionarios. Los godos comenzaron a
rearmarse, escondiendo las pocas armas que conseguían a la espera del momento
idóneo para iniciar el levantamiento. Por este motivo los romanos invitaron a
Alavivo y Fritigerno a un banquete para reconducir la situación. Los jefes
godos asistieron, pero intuyeron que los romanos buscaban asesinarlos para
dejar al pueblo godo sin dirigentes, por lo que asistieron portando armas
ocultas. Tanto Amiano (31, 5-10) como Jordanes en su Gética (134-136) narran el
intento de asesinato de los jefes godos por parte de generales romanos. Después
de salvar sus vidas Alavivo y Fritigerno dieron suelta a la furia gótica, iniciando
un festín de sangre y vísceras que cogió desprevenidos a los guardianes
romanos, más acostumbrados a abusar de las mujeres y de los ancianos que a
combatir con guerreros. A pesar de la diferencia de armamento, pues los godos
solo disponía de unas pocas espadas y cuchillos, mientras que los legionarios
disponían de todo su equipamiento reglamentario, el dolor, la desesperación y
el hambre generaron tal furia en los godos que masacraron a los legionarios
haciéndose con sus armas.
Según
nos relata Zósimo (IV, 20, 3-4) los soldados romanos abusaron de las mujeres y
de los niños sexualmente, lo cual era algo abominable para cualquier pueblo,
por muy bárbaro que fuese, unido a la falta de alimentos, los precios excesivos
por cualquier artículo que necesitasen los godos y el desprecio que los romanos
sentían por los godos. Todo esto llevó a un pueblo que solo buscaba vivir en
paz, en una provincia poco poblada como era Moesia, a alzarse contra el Imperio
Romano, al cual querían defender y servir.
Los
tervingos dirigidos por Fritigerno y Alavivo
se dirigieron hacia Tracia, mientras los greutungos capitaneados por
Alateo y Safrax hacia Panonia.
El
emperador Valentiniano falleció en medio de su campaña contra los cuados en el
Danubio. El rey cuado Gabino falleció en un banquete durante las negociaciones
de paz. La embajada de los suevos presentó acusaciones al romano que este
calificó de insolentes, ocasionándole un posible ictus cerebral, falleciendo en
Brigetio (Hungria) en el año 375 según relata Zósimo (IV, 17,2). Es de suponer
que las condiciones presentadas por los suevos debían ser inaceptables para un
Imperio que no tenía recursos para enfrentarse a todos los bárbaros. Valente
asumió en gobierno de todo el Imperio, como su heredero, depositando el mando militar
en el franco Merobaudes.
Valente
inició su marcha desde la ciudad de Marcianopolis, los godos hábilmente no
buscaban un enfrentamiento inicial, limitándose a hostigar el avance de las
legiones romanas con ataques furtivos. A fin de elevar la moral de sus tropas,
el emperador decidió premiar a cada legionario que cortase la cabeza de un godo
con unas monedas de oro. Esta recompensa generó una cacería, arriesgándose los
legionarios a penetrar en los pantanos y espesos bosque para cazar y degollar a
los godos. No encontraron muchos guerreros godos, pero si les fue fácil localizar
a las mujeres, niños y ancianos godos, entre los cuales cometieron una gran
matanza. Los godos solicitaron iniciar conversaciones de paz al emperador. Pero
en la mente de Valente reinaba el deseo de exterminar a los godos, para ello
había reunido el mayor ejército romano desde Trajano, con la gloria de la
victoria asentaría la dinastía que había iniciado su hermano Valentiniano.
La
batalla de Adrianópolis tuvo lugar el 9 de agoste del año 378 de la era común,
en la llanura que se sitúa al noroeste de la ciudad de Adrianópolis (actual
Edirne, el a Europa ocupada por el estado Turco). Fue la mayor derrota de los
romanos desde la batalla de Cannas y e final de las tácticas legionarias, a
partir de esta batalla, los ejércitos romanos centraron sus tácticas en el
poder de la caballería y en el uso de pequeñas unidades de infantería como los
comitatenses.
Las
fuentes romanas, Amiano Marcelo y Orosio, dieron una importancia crucial a esta
batalla, percatándose que en ella se rompió la columna vertebral del ejército
romano, perdiéndose legionarios y equipamiento que Roma ya no podría volver a
poner en pie en los futuros campos de
batalla.
El
alzamiento de Fritigerno (Frithugarnis, el que desea la paz), sorprendió a
Valente en Antioquía preparando una nueva campaña contra los persas, la cual no
habría sido necesaria si no los cristianos no hubiesen asesinado al gran
emperador y filósofo Jualiano II, el Pagano. Por este motivo se había congregado
uno de los mayores ejércitos de la historia del Imperio. Valente, en vez de
negociar una paz con los godos y
haberlos utilizado en su campaña contra los persas como tropas auxiliares,
decidió debilitar la defensa de las ricas provincias de Siria y Egipto y
emprender una campaña innecesaria contra los godos, pues la supervivencia del
Imperio pasaba por el entendimiento con los godos y el resto de naciones
germánicas.
Valente
instaló su cuartel general en Adrianópolis, guardando en la ciudad el tesoro
para pagar la campaña. La infantería romana estaba formada por siete legiones
veteranas de palatinae, la élite del ejército romano, apoyadas por 21 auxilia
(auxilia palatinae y otros auxilia). Como tropas de refuerzo contaba con 28.000
auxilia ligeros. La suma de los efectivos de la infantería romana era
proverbial: 35.000 legionarios +21.000 auxilia palatinae + 28.000 auxilia
ligeros = 84.000 soldados. De los cuales 56.000 eran tropas de primera calidad,
lo más escogido del Imperio. La caballería en el ejército romano clásico jugó
siempre un papel secundario, pero en esta ocasión los romanos pusieron en juego
una poderosa caballería formada por 1.500 jinetes de la Schola palatinae (la
guardia del emperador), 1.000 jinetes équites palatinae (tropas de élite) y 500
equites comitatenses (tropas de batalla que incluían caballería árabe y
arqueros a caballo). En total 3.000 jinetes escogidos.
Este
contingente no estaba pensado para ir contra los godos, sino contra el Imperio
Persa Sasánida, un estado que rivalizaba en poder y prestigio con el Imperio
Romano; ambas eran las superpotencias de la época. Por este motivo es aun más
sorprendente que los godos, mal armados, hambrientos y llevando consigo a sus
mujeres e hijos pudieran derrotar un ejército diseñado para dominar el Imperio
Persa Sasánida.
Hay
que mencionar que la calidad del material y la instrucción habían disminuido en
comparación con la de siglos anteriores, lo cual es lógico, por la dificultad
de equipar a casi 90.000 soldados destinados a enfrentarse en Mesopotamia en
una larga campaña. Las tropas de infantería pesada sustituyeron la armadura de
placas (loriga segmentada) por la cota de malla, menos efectiva, que hasta este
momento la llevaban las tropas auxiliares. Debemos también decir que entre los godos
y en general los germanos usaban la cota de malla solo los guerreros de más
estatus económico, por su elevado coste. El gladius, la espada reglamentaria,
había sido sustituido por la espada más larga spartha, el pilum había caído en
desuso. Algunos escuadrones de caballería utilizaban por influencia germánica
una lanza larga. El scutum, rectangular había sido reemplazado, muchos
legionarios fueron a la batalla con un escudo redondo a imitación del bárbaro.
El cambió de equipamiento tenía una implicación más grave que la disminución de
la combatividad del legionario individual, las tácticas legionarias no podían
ser aplicadas con la misma eficacia que en la épocas anteriores, las tácticas
fundadas en formaciones cerradas y compactas protegidas por el scutum no serían
eficaces. La falta del pilum disminuiría el combate a corta distancia, en un
momento clave para romper la cohesión y el espíritu ofensivo de los godos. Una
vez rota la formación, los legionarios en el combate cuerpo a cuerpo no
dispondrían de la ventaja defensiva que otorga la armadura de placas ni el
casco. Se podría concluir que el equipamiento y las tácticas romanas se habían
barbarizado.
Para
aumentar aún más sus efectivos, Valente I, le había pedido a su sobrino el
emperador de Occidente, Graciano el Joven, que le enviase refuerzos. Graciano
accedió y reunió un ejército para reunirse con su tío.
Los
godos habían improvisado un armamento basado en armas arrojadizas: las
jabalinas, arcos (muy usados por los visigodos), hondas, hachas, franciscas,
lanzas; el armamento defensivo: yelmos, lorigas, zaba; armamento ofensivo:
espadas de dos filos anchas y aguzadas, para los infantes la hoja era más ancha
y para los jinetes la hoja era más larga, puñales largos (de 30 a 50 cm,
llamados sckrama), porras (aclide).
Valente,
ante lo inminente del enfrentamiento dejó la impedimenta y demás pertrechos,
con las insignias imperiales en Adrianopolis o en sus proximidades. El grueso
del ejército marchó al noreste, hasta que divisaron en una llanura el
campamento godo, a las dos de la tarde. Según los ojeadores romanos, los godos
estaban desprevenidos y no habían colocado centinelas. ¿Por qué motivo no
posicionaron los godos centinelas? Por la narración de las fuentes romanas, los
godos estaban acampados en una llanura lo suficientemente amplia para que dos
grandes ejércitos se desplegasen, lo lógico sería colocar centinelas para
localizar la aproximación de las fuerzas romanas y no ser sorprendidos con las
tropas desorganizadas. ¿No buscarían los godos provocar un ataque romana
apresurado? Más bien parece esto segundo.
Los godos habían colocado sus carros vacios
formando una muralla (laager). Las tropas del emperador Graciano aun estaban
lejos, por lo cual no era el momento de atacar. El emperador Valente convocó a
su estado mayor, para dilucidar la conveniencia de un ataque inmediato o
esperar a las tropas del emperador Graciano. Los generales Ricimero y Victor
proponen a Valente esperar a las tropas de Graciano, con las cuales la
superioridad numérica aun sería más aplastante. El general Sebastián era
partidario de un ataque inmediato, aprovechando que los godos estaban desprevenidos.
Valente I tomó, posiblemente la peor opción, la intermedia. Las tropas romanas
avanzaron en línea con la infantería pesada en el centro, apoyada por las
tropas auxiliares. La caballería se desplego en los flancos. Valente I se situó
detrás de la infantería con su guardia personal. Cuando los godos vieron las
fuerzas romanas avanzar en formación de combate; Fritigerno envió emisarios
para negociar, posiblemente solicitó entablar negociaciones para ganar tiempo y
que la caballería ostrogoda de Safrax y Alateo pudiesen actuar.
Primera fase
En
medio de las conversaciones los tribunos Cassio y Bacurio de Iberia inician el
ataque de las tropas auxiliares, avanzando rápidamente hacia el campamento
visigodo, mientras que el grueso de la infantería romana permanecía en sus
posiciones. La caballería ataca el flanco izquierdo, apoyando a la infantería
auxiliar. Los godos rechazan sin dificultad a los auxiliares, retrocediendo en
desorden y de forma vergonzosa los romanos hacia sus posiciones iniciales. ¿Por
qué los romanos iniciaron el ataque con las fuerzas auxiliares solo por el
flanco izquierdo? Claramente estas eran tropas de menor calidad que los palatinae o
los auxilia palatinae. La razón puede residir en la falta de liderazgo de
Valente I; iniciar el ataque con las tropas más débiles por un solo de los flancos,
implica jugarse poco, teóricamente no arriesgaba tanto como un ataque por el
centro liderado por el grueso de sus legiones. El ataque de los auxiliares solo
podría tener éxito si los godos fuesen poco numerosos o guerreros sin
experiencia.
Segunda Fase
Fritigerno,
ante la actitud traicionera de los romanos da por finalizada las
conversaciones, ordena el ataque generalizado a todas sus fuerzas. En este
momento la caballería ostrogoda de Alateo y Safrax entran en acción y se
enfrentan a la caballería que les ataca desde el flanco izquierdo romano. La
caballería romana sufre fuertes pérdidas, retirándose en desorden. La
infantería goda avanza buscando un contacto completo. Al llegar a pocos metros
del grueso de las legiones romanas, los godos lanzaron sus armas arrojadizas,
causando mujas bajas entre los romanos. Se produce el contacto entre las
vanguardias, aguantado los romanos la presión de la infantería goda.
Tercera Fase
En
el franco derecho las fuerzas de caballería e infantería combaten con furia,
sin que ninguno de los dos bandos rompa la cohesión del otro. La caballería
romana del flanco izquierdo se reorganiza y lanza un ataque contra la
caballería ostrogoda. Este ataque sorprende a los godos. Los romanos en su
ímpetu alcanzan la línea de carros de los godos, detrás de la cual están sus
familias, si los romanos rompen esta las formaciones de godos que están delante
de los carros ganarán la batalla, pues entre los godos se podría generar el
pánico y la batalla terminaría con la aniquilación completa de la nación
visigoda. La llegada de refuerzos de caballería goda y le agotamiento de la
caballería romana del lado izquierdo, la cual no recibe apoyo en el momento
crucial, hace que la caballería romana pierda empuje. Fritigerno en persona,
con infantería goda que estaba posicionada dentro de la muralla de carros llega
a socorrer el flanco izquierdo. La caballería romana, superada en número se
retira prácticamente aniquilada a sus posiciones iniciales.
Cuarta Fase
La
infantería romana del flanco izquierdo se preparaba para recibir el golpe de la
caballería goda y de la infantería al mando de Fritigerno. La situación era muy
difícil para el ala izquierda del ejército romano al mando del general Trajano,
pues los auxiliares habían sido derrotados en su ataque inicial y ahora
recibían el golpe de unas furiosas caballería e infantería que vislumbraban la
venganza a tantos atropellos romanos. Algunas unidades romanas aprovecharon
para huir, mientras la gran mayoría era cercada por la caballería Aleteo y
Safrax reforzada por infantería goda. La desesperación entre las unidades
romanas cercaras aumento su valor, muriendo cohortes enteras ante la furia
gótica. El campo estaba encharcado de sangre y las vísceras y cuerpos
destrozados dificultaban el avance de infantes y jinetes.
Final de la Batalla
En
el lado derecho, detrás de la fuerza de caballería romana, el emperador Valente
I intenta organizar un reducto de resistencia, decisión tan honrosa como
ineficaz. Con el emperador se encuentran los generales Victor y Trajano. Un
número considerable de romanos consiguen romper el cerco y huir, entorno a unos
20.000 supervivientes se retiran en desbandada hacia Andrinópolis. Como murió
el emperador no está claro. Unas fuentes dicen que murió combatiendo como un
soldado más, en cambio otras fuentes, dicen que fue herido y trasladado a una
torre, donde un grupo de soldados resistía el cerco de los visigodos. Al no
rendirse fue incendiada, muriendo con ellos Valente I.
Los
romanos supervivientes huyeron en desbandada hasta Adrianopólis. Las
autoridades de la ciudad no permitieron la entrada de los soldados dentro de
las murallas, decisión que ayudó en la defensa de la plaza. Los magistrados
comunicaron a los jefes militares que la entrada de las tropas derrotadas en la
ciudad causaría graves desordenes e inseguridad. Se ordenó que los legionarios
levantasen barricadas en todo el perímetro de las murallas. Los visigodos no
disponían maquinaria como catapultas, arrietes, torres de asalto ni mucho menos
los conocimientos para hacer túneles que socavaran los cimientos de las
murallas. El asalto de una ciudad bien amurallada como era Adrianópolis,
deberían confiarlo en las escalas para franquear los altos muros. La creación
de las barricadas, guarnecidas con 20.000 legionarios que no tenían posibilidad
de huida, dificultaba mucho el acercamiento a las murallas. Pronto se dieron
cuenta los defensores que los godos no disponían de flechas, que debían
recogerlas de los cadáveres. Después de varios intentos de asalto, con
importantes pérdidas, los godos decidieron retirarse, quedando todo el tesoro
imperial a salvo en Adrianópolis.
Ante
la necesidad de restablecer lo antes posible el liderazgo en el Imperio
Oriental, el emperador Graciano nombró al general hispano Teodosio gobernador
de Oriente, siendo coronado posteriormente como emperador en el año 379.
Se
produjo en aquellos años la sublevación del senador pagano Eugenio, apoyado por
el general Arbogasto, lo cual no nos debe extrañar, pues el senado romano hasta
el final de sus días fue mayoritariamente pagano, como era de esperar de una
institución que hundía sus raíces en las tradiciones ancestrales del pueblo
romano. Para derrotar esta sublevación y las siguientes, el emperador Teodosio
contó con los generales bárbaros Gaínas, Saúl y con importantes contingentes de
godos, los cuales fueron obligados a luchar en primera línea, con cuantiosas
bajas, este maltrato y el dolor de ver a tantos godos morir por una Roma que
los despreciaba marcó al joven Alarico, del linaje de los Baltos y nuevo líder
de la nación visigoda. Había sido coronado rex gothorum, con la anuencia de
Estilicón.
En
la sangrienta batalla a orillas del río Frígidus, afluente del Isonzo, en las
proximidades de Wipbach, el 6 de septiembre del año 394, según relata Orosio
(VII, 35,19), los visigodos de Alarico derrotaron a los rebeldes, a costa de un
número altísimo de muertos y heridos. Estaba clara la estrategia de los
romanos, emplear a los visigodos como aliados para derrotar a sus aliados y de
paso hacer que los visigodos desapareciesen a causa de las bajas que sufrían en
cada batalla. Alarico había llegado a importantes pactos con los romanos a
través de Estilicón, para garantizar el asentamiento de los visigodos dentro de
los limes, asegurándose el reparto de tierras para que el pueblo visigodo
pudiese cultivar los campos y vivir en paz. Estilicón era el general más
poderoso, el hombre que gobernaba realmente el Imperio durante los mandatos de
Graciano y Teodosio y en este momento gobernaba en nombre de Honorio, en virtud
de su minoría de edad. Estilicón representaba en estos momentos la única
posibilidad de supervivencia del Imperio Romano. Como la mayoría de los mejores
generales romanos del momento, era de origen germano, de la tribu de los
vándalos y su madre una romana de clase alta.
La
influencia del Estilicón se extendía por todo el Imperio Romano, pero en
Oriente le surgió un rival en el eunuco Rufino que gobernaba en nombre de
Arcadio, también menor de edad. Estilicón había prometido a Alarico ser
magister militum del Ilírico, la zona de paso entre occidente y oriente.
Alarico no sabía que era una de las provincias más pobres del Imperio. Al
aspirar a ser nombrado magiter militum, Alarico debería además obtener la
ciudadanía romana, con la que podría ser nombrado magistrado, casarse
legalmente, poseer tierras, testar, heredar y tener el amparo de las leyes
romanas. Después de mucho esperar, viendo que todas las promesas romanas se
incumplían, Alarico y sus tervingos decidieron presionar al Imperio, avanzaron
hacia Macedonia, atravesaron Tesalia cruzando el desfiladero de las Termópilas,
llegando al corazón de Ática. Comenzó sus asaltos tomando el puerto del Pireo,
con lo que Atenas estaba a su merced, continuó conquistando varias ciudades del
Peloponeso, como Corinto o Esparta. Consiguió un gran botín. Los atenienses
desesperados ante la falta de acción del emperador, pidieron protección a sus
antiguos dioses, paseando en procesión a Atenea y a Aquiles. Alarico, mostrando
el respeto que todo europeo debe tener por los Dioses ancestrales, perdonó a
los atenienses, librándoles de un feroz saqueo. En compensación los atenienses
agasajaron a los visigodos con un banquete.
Alarico
abandonó Grecia ante la acción naval del Estilicón, retirándose en buen orden
con todo su botín y su ejército de tervingos intacto. Según el historiador
Zósimo, la molice de Estilicón y sus soldados causaron más calamidades a los
griegos que las tropas tervingas.
En
el año 401, Alarico, el rey de los visigodos decide llevar las reclamaciones de
su pueblo a la propia corte Imperial de Rávena. Con anterioridad, Alarico había
intentado negociar la concesión de tierras para los visigodos y un estipendio
anual en oro, para el pago de los guerreros visigodos. El general Estilicón
derrotó a los visigodos en Polentia, apoderándose del tesoro visigodo y de
parte de la familia de Alarico. Un año después vuelven a enfrentarse en Verona,
llegándose a un acuerdo por el cual se le concedían nuevas tierras a los
visigodos en Dalmacia y Panonia, a los que se sumaba la magistratura de master
militum del Ilírico y 4.000 libras de oro, sancionando el acuerdo el Senado de
Roma. Los historiadores romanos dicen que Estilicón venció a los visigodos dos
veces, pero Roma nunca hacía concesiones a las naciones derrotadas, por este
motivo creemos que la propaganda Imperial exageró su triunfo. La situación se
volvía peligrosa para Roma, habían atravesado el Danubio entre 200.000 a
400.000 greutungos al mando del líder greutingo Radagaiso, como nos narran en
sus crónicas los historiadores Orosio (VII, 37-4) y Zósimo (V, 26,3). Este
poderoso ejército-nación avanzó con paso
firme hacia Roma, siendo vencidos por el gran general vándalo-romano en las
proximidades de Florencia en el año 406. Su jefe fue ejecutado y los greutungos
tuvieron que alistarse en el ejército romano o aceptar la esclavitud. Estilicón
contó con los tervingos de Alarico, es posible que tervingos tuviesen viejas
disputas con sus hermanos greutungos, al ser expulsados de sus asentamientos en
tiempos de Atanarico por los greutungos de Radagaiso. Fue tal el peligro que se
cernió sobre la Roma milenaria, que los historiadores romanos narraron los
hechos como si el mismísimo Anticristo se hubiese encarnado en el heroico
Radagaiso. Orosio (VII, 37, 4-12), nos dice:
“Radagaiso,
el más cruel con mucho de todos los enemigos antiguos y presentes, invadió toda
Italia en un repentino ataque. Dicen, en efecto, que formaban parte de su
pueblo más de 200.000 godos. Este aparte de esta increíble multitud y su
indómito valor era pagano y escita, y como es costumbre en los pueblos
bárbaros de esta raza, había prometido ofrecer a sus dioses toda la sangre
romana. Pues bien, cuando amenazaba ya las murallas romanas, se produjo en la ciudad
un gran revuelo de todos los paganos: decían que el enemigo era enormemente
poderoso, ciertamente por su número de tropas, pero sobre todo porque era
ayudado por sus dioses: que Roma, sin embargo, estaba abandonada y a punto de
morir, por cuanto había perdido a sus dioses y sus ritos sagrados”
Orosio,
a pesar de su visión apocalíptica, decía una gran verdad, Roma seguía siendo
pagana, a pesar de la violencia con que la Iglesia Católica perseguía a los
paganos, auténticos mártires de la intolerancia del dios único. Los romanos
esperaban volver a sus cultos, librarse de la idolatría cristiana, viviendo en
paz, dentro de las tradiciones de sus mayores, las cuales habían hecho a Roma,
la capital europea de la tolerancia religiosa. El Panteón, construido por el
emperador Adriano, nos muestra el grado de tolerancia que el paganismo romano
mostraba hacia todos los cultos; todos los dioses tenían cabida en él, hasta el
mismo Yahvé. No debemos olvidar los 1500 años de persecución y ostracismo del
paganismo por el poder católico (que no es de este mundo como bien dijo Jeshua,
pues procede del mal). Solo se mitigaron un poco con la desaparición de la
Santa Inquisición durante el reinado de Isabel II en 1834, pero hasta la
constitución de 1978, todo español era católico por obligación, no existiendo
libertad religiosa.
El
31 de diciembre del 406, aprovechando la festividad pagana y cristiana, nuevas
oleadas de vándalos, suevos, alanos y burdíngos traspasaron el Rhin, que estaba
helado, a la altura de la ciudad de Maguncia, ciudad que defendida por tropas
francas foedus de Roma. Atacaron las ciudades de Estrasburgo, Worms, Metz,
Orleans, Tours y Budeos. Una parte de ellos llegó a Hispania. El levantamiento
de Constantino III, al frente de la prefectura de las Galias, privó a Honorio
del control de Britania, las Galias e Hispania. En esta situación tan delicada
Honorio, mal aconsejado por su corte permite el apresamiento y ejecución del
general Estilicón, el único con capacidad y autoridad suficiente para hacer
frente a la entrada de los germanos en las Galias e Hispania. Zósimo (V, 32-33)
nos dice que la muerte del gran general Estilicón se produjo en el año 408.
Estilicón en el momento de su apresamiento poseía un poder inmenso, había sido
preceptor de Honorio y sus hermanos y estaba casado con la sobrina del
emperador Teodosio. Si todo esto era poco, había emparentado más aun con la
familia imperial al casar a sus dos hijas con los emperadores de occidente y
oriente, Honorio y Arcadio. Muchos en la corte imperial esperaban el momento
adecuado para eliminar a Estilicón, entre los conspiradores estaba el conde
Olimpiodoro y el general de origen bárbaro Saro. El fallecimiento de Arcadio,
dejando a su hijo y heredero aún en la infancia, el que llegaría a ser Teodosio
II, generó una pugna por hacerse con la regencia, la cual fue reclamada por
Honorio. Se acusó a Estilicón de intentar poner en el trono de oriente a su
hijo Euquerio, prometido con Gala Placidia, tía del pequeño Teodosio. Con la
muerte de Estilicón, se alentó desde el poder a que los romanos matasen a todos
los godos que vivían en las ciudades del imperio o en los campos. Los godos que
escaparon a la masacre se unieron a las tropas de tervingos de Alarico, el cual
había sido declarado fuera de la ley. No quedaba otra opción, que dirigirse a
Roma para hacer que el Senado y Honorio cumplieran los acuerdos firmados y por
los cuales los godos habían derramado tanta sangre al servicio del Imperio.