domingo, 1 de julio de 2018

Tercera Serie de Incursiones Vikingas en España


La Tercera Serie  de Incursiones Vikingas en España

Parte Primera


La tercera serie de incursiones vikingas a España se centró en el Noroeste de la Península. Fue la de mayor trascendencia pues los vikingos se adueñaron del control del territorio occidental del Reino de León (Galicia y el occidente asturiano) durante dos años y medio.

En el año 893 Rollón de Normadía se apoderó de Bayeux y rapto a la hija del conde de esta localidad, Poppa de Bayeux. Rollón (Hrof Ganger) fundará el condado de Normandía que después de incrementar su territorio se convertirá en ducado.  El tratado de Saint-Clair-sur-Epte, concede a Rollón las tierras del nuevo condado de Normandía (condado de Ruan, en  Neustria) a cambio de convertirse al catolicismo y ser vasallo del rey de Francia. Contrajo matrimonio con Gisela, una hija del rey franco Carlos el simple. Los historiadores debaten si practicó la poligamia (more dánico, matrimonio a la danesa), pues también se dice que contrajo matrimonio con la hija del conde Berengario de Bayeux, Poppa. Se cuenta de Rollo que medía casi dos metros y pesaba unos 140 kg, no habiendo caballo que pudiera montar.

A Rollo le sucedió en el año 927 su hijo Guillermo “Espada larga” y a Guillermo le sucedió Ricardo I “Sin miedo” en la jefatura del ducado de Normandía. El rey de Francia, aprovechado disputas internas en el ducado intentó expulsar a los normandos. Ricardo I pide ayuda al rey de Dinamarca Harold “Diente azul”, consiguiendo derrotar a las tropas francesas. Los daneses y noruegos que habían ayudado a Ricardo I, no querían vivir como nobles rurales, ni hacerse cristianos. Estos era fervientes paganos y para ellos no había mejor vida que la propia de los vikingos (escandinavos dedicados al saqueo en tierra y mar). Los escandinavos deseaban seguir la guerra contra el rey de Francia, como nos cuenta el canónigo de Saint-Quentin (San Quintín) en su obra De moribus et actis primorum Normandie Ducum[i]:

“Illos vero qui oberrare cupiebant paganis ritibus, conduci fecit ad Hispaniam, Constantinensibus viatoribus. In progressione namque illius profectionis bis novem civitates devicerunt, et quae in eis repererunt sibi vindicarunt. Hac illacque rapinantes, Hispaniam hostiliter adgredientes, coeperunt incendio et rapinis affligere eam severiter. Tandem vero Hispani, rusticanis gentibus digladiatis, conglobato exercitu congrediuntur Northmannis[ii]

Ricado I convenció a los escandinavos que fuesen a conquistar la tierra del apóstol Santiago, Jakobsland, famosa por los tesoros que depositaban los peregrinos.
Los vikingos habían atacado las costas del noroeste de España con anterioridad según el padre Flórez, los condes y ricos-hombres de Lugo requirieron al rey don Ordoño en el año 910 el “poder hacer sus casas fuertes en la ciudad de Lugo, y de habitar en ellas, prevenidos a resistir a los normandos[iii]”.

Según Ferreiro Alemparte[iv], en la Historia Norwegiae se narra como Erico, primogénito del rey Haraldo (860-933) fue desterrado a la corte inglesa, donde fue bautizado, pero debido al carácter furibundo de su mujer Gunnilda, volvió a ser expulsado a los «confines de España», donde ejerció la piratería, aunque no se especifica dónde concretamente, hasta su muerte en acción de guerra en el año 954.

Los habitantes de Lugo decidieron organizar su defensa en el año 953, según relata el padre Flórez a partir de un documento conservado hasta hoy en el Tumbo viejo de la ciudad de Lugo. En él, se ve como el obispo Hermenegildo y todos los lucenses, tanto abades como presbíteros, legos, monjes y cuantos debían pagar tributo a la catedral o dependían de aquella iglesia, se comprometieron a vivir dentro de la ciudad para defenderse de «la furiosa gente de los normandos[v].

En el año 966 zarparon de Normandía un grupo de vikingos famosos por sus gestas. Entre  sus iguales, los reputaban como invencibles. Dirigieron sus primeros ataques contra la costa ocupada por los musulmanes en Portugal. Atacaron Alcacer do Sal y después Lisboa, sufriendo en ambos ataques importantes pérdidas. Los musulmanes conocían sus tácticas y estaban preparados para los asaltos.

En marzo del 968 aparecen dos flotas de cien naves cada una.  La situada al norte  entra en el río Masma, ría de Foz (Lugo) y la otra flota se introduce en la ría de Arousa (Pontevedra), al mando de Gunderedo[vi]. La historia Compostelana dice:

Cumque Normanie ex portu que Juncarie dicitur venientes, et Iliam tendentes, partes istas depraedarentur idem Sisnandus a Civitate exiit, et sui exercitus robore cirumvallatus in die mediantis Quadragesimae, usque ad praedium quod dicitur Fornellos, eos est insecutus: ubi pugnam aggressionis accerrimae cun eis incipiens, sanctissimi Reodesindi maledicctionis saggitta percussus casu interveniente occissus est IIII. Kl. Aprilis Era I.VI[vii]

En el Chronicon Iriense:

Tunc Sisnandus tumidus et elevatur ad propiam rediit sedem, et cum ibi moraretur, die mediante XL. Dominica, ecce ante eum venerunt nuntii dicentes, quod Normani, et Frandenses, et gens multa inimicorum veniens de Juncariis volente sire ad Iriam, quoscumque homines et mulieres in itinere inveniebant, ducebant captos, et terram vastabant et praedabant. Quo audito Episcopus Sisnandus, ut insanus armis indutus, cucurrit post eos usque in Fornelos, et intrans per medias acies cecidit[viii].


Algunos historiadores[ix] asocian el Gunderedo de las fuentes hispanas con el caudillo noruego Gonrød, llamado el rey del mar (sækonungr) posiblemente emparentado con el rey noruego Harald II.

Sisnando era en aquel tiempo el obispo de la sede de Ira Flavia (antes de trasladarla a Santiago de Compostela por los devastadores ataques vikingos, como también sucedió con la diócesis de Bretoña que  después de ser quemada por los vikingos se trasladó a Mondoñedo (Lugo)). Sisnando destacaba más como hombre de armas que como obispo, habiendo participado en los conflictos del Reino de León; primero a favor y después en contra del rey Sancho I de León. A él se debe la ampliación de las murallas de Santiago, el foso y el levantar torreones. Estas defensas sucumbirán al ataque vikingo.

Las dos fuentes citadas coinciden en el lugar, Juncariae (Xunqueira). El historiador López Ferreiro nos dice que los vikingos desembarcaron al fondo de la ría de Arousa, en la orilla derecha, próximo a Bacariza[x]. Avanzaron cara a Iria Flavia, que ya habían tomado al asalto en el año 858.

Si tenemos presente que los vikingos de aquella época apenas usaban fuentes escritas, debemos considerar que los skaldos, a través de sus cantos perpetuaron en la memoria colectiva de los vikingos las gestas de las anteriores expediciones y por este motivo se dirigían a los mismos lugares; ya que en la costa Cantábrica y Atlántica de España había muchas rías adecuadas para sus incursiones marítimas.

El obispo Sisnando recibió la noticia del desembarco vikingo mientras presidía en Santiago, las celebraciones de la cuaresma. Como hombre de acción más que de religión, salió precipitadamente para hacer frente al ejército vikingo, que debemos recordar, estaba formada por lo más granado de su raza. Los vikingos habían avanzado con furor: matando, degollando, incendiando y esparciendo el pánico entre los lugareños. Esta táctica no la empleaba por simple crueldad o maldad, sabían que si actuaban despiadadamente, los nativos se rendirían y el número de bajas serían mucho menor en ambos bandos. Además su número era escaso, si hacían prisioneros, no podrían hacer frente a las fuerzas que mandarían los nobles locales y el rey de León.

Al aparecer el obispo  Sisnando Méndez con su ejército, los vikingos retrocedieron hacia un lugar llamado Fornelos, situado en la rivera del río Louro, según el historiador Vicente Almazán[xi] a unos 25 km al sureste de Compostela.

Los vikingos se reorganizaron del inesperado ataque del ejército del obispo Sisnando. El 29 de marzo, en el lugar de Fornelos se produce la batalla decisiva. Sisnando se lanza al frente de la caballería de forma intrépida, recibiendo un certero flechazo que le causa la muerte. El caos se adueña de las tropas galaicas que son perseguidas por los vikingos causando una gran mortalidad. Los vikingos sin un ejército que pudiera hacerles frente, se convierten en los dueños de Galicia, llegando según el Chronicon Sampiri[xii] hasta los “Alpes montes Ecebrarri[xiii]. ¿Dónde estaban estos Alpes montes Ecebrarri?¿ Se referirá a la cordillera Cantábrica, que  forma parte del plegamiento alpino? ¿Serán las montañas del municipio vizcaíno de Echevarri? No disponemos de más datos por el momento.

Los vikingos estaban confiados en poder fundar en Galicia una Normandía hispánica.

Varios diplomas redactados en los años posteriores nos describen las acciones militares de los vikingos. Uno de ellos sitúa la acción en San Xoán de Cova[xiv], en la rivera del río Ulla, próximo a Compostela, donde se describe como los vikingos asaltaron el monasterio, matando a todos los monjes y reduciéndolo todo a cenizas.

En el monasterio de Santa Eulalia de Curtis, en la proximidad de los ríos  Mandeo y su afluente el Deo, los vikingos lo tomaron al asalto, robando todo lo que había de valor, haciendo cautivos a los sacerdotes y después incendiándolo. El obispo Pedro de Iria nos narra lo sucedido en Santa Eulalia de Curtis:

Usquequo peccato prepediente venerunt gentes Lotimanorum in ipsam terram et vastaverunt sic ipsam ecclesiam, sicut et alias convicinas eiusdem, sicut et sacerdotes sui captivitate ducti et gladio trucidati fuerunt, ipsasque scripturas ipsius ecclesie de ignibus concremaverunt usquequo non remansit ibídem nichil petre ignibus ustulate[xv]

Debemos tener en cuenta que los monasterios románicos, por su sólida estructura eran utilizadas como fortalezas en situaciones de peligro. Dejamos la narración en este punto, pues la ocupación vikinga de Galicia y el noroeste de Asturias se extendió desde marzo de 968 hasta principios de julio de 970. Será en la ría de Ferrol donde se enfrenten los vikingos de Gonrød (sækonungr) y las tropas  mandadas por el obispo de Mondoñedo, San Rosendo y el Conde Gonzalo Sánchez.




[i] Vicente Almazán, Gallaecia Scandinavica, editorial Galaxia, Vigo, 1986. Página 98.
[ii] Publicado en André Duchesne, Historiae Normannorum Scriptores Antigui. Paris 1609.
[iii] José Carlos Sánchez Pardo, Los Ataques Vikingos y su Influencia en la Galicia de los siglo IX a XI. Anuario Brigantino, 2010, nº 33, pág. 66.
[iv] José Carlos Sanchez, Pardo, opus cit., pág. 66.
[v] CHAO ESPINA, E., 1977, Los Normandos en Galicia y otros temas medievales. La Coruña: Grafinsa. Pág. 51-52.
[vi] España Sagrada, XIV, página 471.
[vii] España Sagrada XX, página 13.
[viii] España Sagrada, XX, página 606.
[ix]  Oram, and Pedersen (2005), Viking Empires; Velasco, Manuel (2008) Breve Historia de los Vikingos; Eduardo Morales Romero (1997). Os vikingos en Galicia
[x] Vicente Almazán, opus cit. pág. 99.
[xi] Vicente Almazán, opus cit. pág. 100.
[xii] España Sagrada XIV, página 471.
[xiii] Vicente Almazón, opus cit., pág. 100.
[xiv] Diploma del Archivo de la Catedral de Orense, Pergaminos monacales, C 120.
[xv] M.R. García Álvarez, San Pedro de Mezonzo, Madrid, 1965, pág. 306.






jueves, 28 de junio de 2018

El SEGUNDO CICLO DE INCURSIONES VIKINGAS EN ESPAÑA


El SEGUNDO CICLO DE INCURSIONES VIKINGAS EN ESPAÑA

Continuando la narración de las incursiones vikingas en España, habíamos visto que las primeras acontecieron durante el reinado de don Ramiro I de Asturias. A este rey  le sucedió  Ordoño I, que reinará entre el año 850 al 866. Las noticias que tenían los españoles sobre los hombres del norte eran escasas. Se conocía el texto del hispano-romano Pomponio Mela, que en su obra Chorographia hablaba de la mítica “La Isla de Thule”:

“Son cortas en ella las noches, porque el Sol se pone muy tarde, más en el invierno obscuras como en otras partes. En el estío claras, porque en tal tiempo levantándose ya más alto aunque él no se le parezca, alumbra todo lo que está cerca con la vecindad de su resplandor. Pero en el Solsticio no hay nada de noche, porque entonces ya más patente no solo muestra descubierta su luz y resplandor, sino  grande parte de su misma rueda[1]

Se dice que Pomponio Mela pudo haber llegado a las lejanas tierras de los normandos, a la misma Thule, patria ancestral de los pueblos europeos.

El Chronicon Albeldense nos dice:

“Eius tempore (reinando don Ordoño I de Asturias) Lordomani iterum venientes in Gallaeciae maritimis a Petro comite interfecti sunt[2]

También nos aporta datos el Chronicon Sebastiani:         

“Iterum Nordomani piratae per haec tempora ad nostra littora pervenerunt: deinde in Hispaniam perrexerunt, omnemque ejus maritiman gladio, igneque praedando ….”

Las fuentes musulmanas sitúan estas incursiones en el año 858. Los vikingos se internaron por la ría de Arousa (Pontevedra). Esta ría es ancha, dispone de numerosas playas donde es fácil desembarcar y establecer pequeñas fortificaciones. Al fondo de la ría se encuentra Iria Flavia, el puerto más próximo a Santiago de Compostela. Los vikingos sabían que era un santuario muy transitado por peregrinos, con un clero que atesoraba muchas joyas de oro y plata. En la “Elis saga ok Rosamundu”, Saga de Elías de Rosamunda, escrita entre 1126 y 1263 se cuenta:

“Mirad ahí está el hijo del viejo Julián, a quien él expulsó de su reino con ira e injustas acusaciones. No quisiera yo tal cosa de ninguna forma por todo el oro de Galicia[3].”

Los noruegos debieron llevar mucho oro de Galicia, pues en varias sagas asocian esta región con el oro.

El Chronicon Iriense también nos habla de la llegada de cien naves vikingas a las costas gallegas:

“Eo tempore C naves Normanorum in Gallaeciam venerunt, et post triennium ad propia sunt reversae[4].”

El historiador López Ferreiro[5] nos dice:

“Cual huracán se lanzaron por la ría de Arousa y pillaron cuanto quisieron en Iria Flavia, que era de aquella sede del obispado. La llegada de las noticias de la avalancha vikinga produjo la huida en trompa de todo el clero de Iria Flavia, buscando protección dentro de las murallas de Santiago de Compostela. Los vikingos una vez que consiguieron un gran botín en Iria Flavia, se dirigieron a Santiago, sitiando la plaza.  Los sitiados no tuvieron más remedio que pagar un tributo a los vikingos para librarse del saqueo. Sin embargo, a pesar de recibir el tributo, los vikingos quisieron entrar en Santiago. La llegada del conde don Pedro, del cual habla la crónica Albeldense, permitió levantar el sitio de la ciudad, matando a muchos vikingos.”

Debido a la dificultad de defender Iria Flavia de las incursiones de los vikingos, el cabildo solicitó al rey Ordoño I de Asturias que se llevase la sede episcopal a Santiago de Compostela, a unos 30 km de la costa. El rey envió una delegación al papa Nicolás I, quien lo autorizó pero con el cumplimiento de unas condiciones.

La derrota que les causó el conde don Pedro a los vikingos debió ser importante, pues de las cien naves con las que llegaron a Galicia, solo les quedaban 72. ¿Disponía el conde de una armada o la pérdida de hombres impidió a los vikingos tripular las 100 naves iniciales? Las fuentes no nos aclaran esta cuestión.

La flota vikinga levó anclas de la ría de Arousa y se dirigió hacia el sur. Las fuentes musulmanas nos dicen que los vikingos intentaron desembarcar en la costa portuguesa en el año 858. El cronista árabe Ibn Adari, nos informa que repelieron el ataque vikingo, apresando 2 barcos en los que encontraron oro, plata, prisioneros y municiones. Los setenta restantes barcos pusieron la proa hacia Andalucía, con la intención de remontar el Guadalquivir. Como vemos, los vikingos navegaban por estas costas con soltura, iban a tiro hecho. Después de saquear las márgenes del Guadalquivir, desembarcaron en Algeciras, saqueando la ciudad e incendiaron la mezquita. A continuación atacaron la costa del norte de África,  para después dirigirse a Murcia, desembarcando y tomando la plaza de Orihuela.

Los incansables vikingos, pusieron rumbo a la islas Baleares, haciendo incursiones en Mallorca, Ibiza y Formentera.

 Se acercaba el invierno y los vikingos deciden poner la proa de sus drakkars en dirección a la costa francesa donde piensan invernar. Realizan saqueos en la cuenta del Ródano. Toman en el Rosellón numerosas plazas: Arles, Elna, San Genis de Fontanes, etc. En Cataluña saquearon Ampurias y Bañolas. Habían logrado un gran botín y necesitaban invernar para reparar las naves y dar descanso a los hombres. En la Camarga, cerca del valle de Rodano establecen el campamento de invierno. De vuelta a las costas andaluzas, tuvieron algún encontronazo con los musulmanes en la desembocadura del Guadalquivir. En este momento las fuentes musulmanas dicen que las naves vikingas eran 62[6].

Los cronistas musulmanes Nowari y Ibn Khaldún cuentan que los vikingos remontaron el Ebro hasta la misma Pamplona haciendo prisionero al rey navarro don García. Este rey tuvo que negociar su liberación mediante el pago de 90.000 dinares. En su regreso volvieron a atacar la costa gallega, incrementando su tesoro.

En estas incursiones los vikingos no tenían intención de establecer un asentamiento permanente en España. Veremos en la tercera serie de incursiones, entre 968-971, como los normandos llegaron a Galicia con un poderoso ejército para establecer una nueva Normandía.

En el año 905, el rey de Asturias,  don Alfonso III mando construir un castillo para mejor defensa de la catedral de Oviedo contra los ataques vikingos.

“Navales gentilitas pirático solent exercitu properare[7].”








[1] La Geographia de Pomponio Mela, Madrid 1642, Libro III, cap. IV. Traducción de Luis Tribaldos.
[2] España Sagrada XIII, página 454.
[3] Elis saga ok Rosamundu. Ed. E. Kölbing. Heilbronn, 1881, cap. 2
[4] España Sagrada XX, página 602
[5] A. López Ferreiro, Historia de la Santa A.M. Iglesia de Santiago de Compostela, tomo II, pág. 148.
[6] Vicente Almazán, Gallaecia Scandinavica, Editorial Galaxia, 1986, pág. 95.
[7] España Sagrada, XXXVII, pág. 216.

miércoles, 27 de junio de 2018

Las Primeras Incursiones Vikingas en España



Las Primeras Incursiones Vikingas en España

La primera noticia de la llegada de vikingos a España la sitúa en el año 844. El obispo Prudencio, de origen español  que participó en la redacción de los Annales Bertiniani, del monasterio de San Bertín, en la actual Bélgica nos aporta interesantes datos. Según estos Annales, los vikingos llegaron a España en el año 844 empujados por una tempestad en aguas del Cantábrico, desembarcando en las costas gallegas. Las incursiones en la costa francesa son poco anteriores, con lo cual es de suponer que esta incursión del 844 debió ser la primera que hicieron los vikingos en España. Prudencio escribió al respecto:

“Nortmanni per Garrondam Tolosam usque proficiscentes, praedas passim impuneque perficiunt; unde regressi quídam Galliciamque adgressi, partim balistatariorum occursu, partim tempestate maris intercepti dispereunt; sed et quídam eorum ulterioris Hispaniae partes adorsi, diu acriterque cum Sarracenis dimicantes, tándem victi resiliunt”[1]


 El Chronicon Albeldense confirma estos datos:

“Eo tempore (Reinado de Ramiro I) Lordomani in Asturias venurunt[2].

El Chronicon Sebastiani es más exacto y durante el reinado de Ramiro I afirma:

“Itaque subsequenti tempore Nordomannorum clases per septentrionalem Oceanum ad littus Gegionis Civitatis adveniunt, et inde and locum qui dicitur Farum Bergantium, perrexentunt: quod ut comperit Ranimirus jam factus Rex, misit adversus eos Exercitum cum Ducibus et Comitibus, et multitudinem eorum interfecit, ac naves igne combusit: qui vero ex eis remaserunt, Civitatem Hispaniae Hispalim irruperunt, et praedam ex ea capientes plurimos Chaldaeorum gladio atque inge interfecerunt[3].


Durante esta época surgió la leyenda del obispo Gonzalo de la diócesis de Bretoña (antecesora de la diócesis de Mondoñedo, Lugo): al llegar a la entrada del río Masma un gran número de embarcaciones vikingas, los habitantes acudieron a la protección del obispo, al que consideraban santo. Gonzalo rezó pidiendo la protección del cielo contra el ataque y entonces se desató una gran tempestad que hundió la mayor parte de la flota invasora. Estos poderes del obispo Gonzalo nos recuerdan a los que tenían los santos irlandeses Aed y Patricio.

Los hechos parece que fueron los siguientes: los vikingos llegaron por primera vez a España durante el reinado de Ramiro I y realizaron varias incursiones por la costa cantábrica en dirección al oeste hasta llegar a la Coruña. En esta plaza entraron en batalla y sufrieron una grave derrota, tanto en bajas humanas como en la pérdida de barcos.  Los vikingos después de ser derrotados en la Coruña, buscaron venganza en Sevilla, donde llegaron el 1 de octubre del año 844. La flota vikinga bajo por la costa de Portugal entrando en el estuario del Tajo y saqueando la ciudad de Lisboa durante trece días. En esta época Lisboa estaba en territorio sarraceno.

Partieron los vikingos hacia el Sevilla, entrando en la desembocadura del Guadalquivir, donde saquearon la plaza de Sevilla, hecho que narran con detalle las fuentes musulmanas. Los vikingos sembraron el pánico por toda Andalucía.

El número de naves vikingas varía según la fuente consultada. Algunas fuentes dicen que las embarcaciones quemadas en la Coruña fueron unas 70 y que llegaron a Sevilla otras 80 naves.

Lo más seguro es que no navegasen todas juntas sino en flotillas que se reunían para el asalto de la costa.
El relato de Ibn al Cutia, del siglo X, dice que los vikingos destruyeron en aquella ocasión la mezquita de Sevilla y la muralla de la ciudad. Las bajas vikingas fueron 16000[4], a todas luces excesivas, pues probablemente no habría tantos vikingos navegando en el océano Atlántico en el año 844.

Cuando los vikingos llegaron a Sevilla por segunda vez en el periodo 858-859, los musulmanes estaban bien preparados y los rechazaron en el estuario del Guadalquivir, sin poder saquear Sevilla.

Vicente Risco[5] nos dice que el líder de la expedición vikinga del año 844 fue Wittingur, Howich o Bjoern Cote-de-Fer, este último también sería el líder para el historiador Murgía.

El historiador Vicente Almazán, que ha estudiado con detalle este periodo no pudo encontrar la fuente en la que se basaban los dos anteriores autores para asignar el mando de la expedición. Por el momento la historia no lo puede esclarecer.







[1] Momumenta Germ. Hist. Script I, pág. 441
[2] España Sagrada, XIII, pág. 453.
[3] España Sagrada, XIII, pág. 489.
[4] Gallaecia Scandinavica, Vicente Almazán, Editorial Galaxia 1986. Vigo.
[5] Historia de Galicia, Vigo, 1978, pág. 41.

martes, 19 de junio de 2018

LOS MITOS EN EL ODINISMO


El Odinismo es una religiosidad que se fundamenta en mitos. Todos tenemos una idea general sobre qué es un mito, no obstante necesitamos reflexionar sobre que implica que nuestra religiosidad se fundamente en mitos y no en dogmas.

El mito nos habla de una historia sagrada, un acontecimiento primordial que sucedió al comienzo del tiempo. Mirce Eliade en su obra “Lo Sagrado y lo Profano” nos define con claridad que es el mito:

”La historia de lo acontecido en illo tempore, el relato de lo que los dioses o los seres divinos hicieron al principio”

Lo sagrado para nuestros antepasados era lo verdaderamente real, lo profano carece del fundamento ontológico del mito, careciendo de un modelo ejemplar, de un arquetipo.

La agricultura, la metalurgia, el comercio y en general todas las actividades esenciales para nuestros antepasados, tenían sus arquetipos en los mitos revelados por los dioses o lo héroes civilizadores. En nuestra sociedad, las actividades productivas se han desacralizado, convirtiéndose en actividades profanas, han perdido su vinculación con los mitos fundacionales de nuestra sociedad, siendo actividades extenuantes, grises, que carecen de una apertura hacia el mundo espiritual.

Las actividades profanas, por tanto desvinculadas de los modelos arquetípicos, nunca nos pueden satisfacer plenamente, nos podrán dar recursos económicos, pero no nos realizaremos plenamente en ellas. Esto lo vemos en nuestro día a día, pensando en el fin de semana o las vacaciones donde podemos desarrollar actividades que sí nos realizan, que dan sentido a nuestras vidas y que justifican nuestro trabajo laboral. La respuesta a este sin sentido del mundo laboral es incrementar nuestra religiosidad; cuanto más religiosos somos, mayor es la vinculación de lo que hacemos en cada momento con los mitos. En cada cosa que hacemos buscamos una conexión con lo que hicieron nuestros ancestros y los dioses. Aquí surge la necesidad de conocer bien la mitología, de interiorizarla para que de forma espontánea nos religue con lo sucedido al comienzo de los tiempos, ab initio.

Los mitos nos describen en ocasiones sucesos dramáticos, nos muestran facetas de la naturaleza divina y humana que entran en colisión. Nos hacen reflexionar sobre lo contradictorio de los impulsos humanos y la dificultad de encontrar el equilibrio en la vida. Dioses como Loki y sus hijos son un lado de la naturaleza que nos sobrepasa, que nos conducen de nuevo al caos, que en los primeros tiempos pareció vencido por los dioses, pero fue una victoria momentánea. En nuestras vidas debemos continuar la obra civilizadora de los dioses, somos los hombre de hierro que anhelamos vivir en Hiperboria o Thule.

Esta nostalgia de recuperar la edad de oro la sufrieron también nuestros ancestros y es una de las fuerzas psíquicas más poderosas. Sin esta nostalgia no tendríamos el deseo ni la fortaleza para encaminar la lucha que nos corresponde como hijos de Wotan. El Ragnarök está próximo o incluso vivimos inmersos en él. Nuestra forma de concebir la historia no es lineal, sino cíclica, cada suceso mítico no tiene principio ni fin, debemos concebirlo como un círculo o elipse, por tanto el nacimiento de los dioses y el Ragnarök están constantemente repitiéndose, manifestándose en nuestras vidas.

Los mitos nos explican por qué y cómo han surgido las cosas que nos rodean, sean estas galaxias, estrellas, planetas, montañas, ríos, plantas, animales, la humanidad, etc. La creación es una manifestación de la potencia divina en su plenitud. Como dice Mircea Eliade: “los dioses crean por exceso de potencia, por desbordamiento de energía”. Los mitos de la creación de seres son los más sagrados, en ellos la presencia divina adquiere su máximo poder. Constituyen los arquetipos máximos de la conducta del hombre religioso.
El hombre religioso se hace a sí mismo al realizar en su vida los arquetipos divinos.

La dificultad que nos surge, debido a que vivimos en una sociedad profundamente profana, es la reinterpretación de los mitos para que estos recuperen su capacidad de religarnos con lo divino. Muchas veces vemos los mitos como historias simpáticas, como comics de superhéroes, cuando son algo muy distinto.

Vamos a escoger un mito del Edda mayor, el Canto de Vafthrudnir, forma parte de los viajes en búsqueda de más conocimiento que Odín realiza por los nueve Mundos. En sus viajes, Odín penetra con su espíritu divino la esencia de los seres. En el Canto Vafthrudnir, Odín vista a un gigante del mismo nombre para poner a punto su teoría del conocimiento, su gnoseología.

Comienza el canto preguntando Odín a su esposa: ¿Debería yo visitar a Vafthrudnir? Le confiesa Odín a Frigg, que desea conocer al sabio gigante, hermanar secretos en un duelo a muerte. Su esposa, le responde que su consejo “es que en casa te quedes”. ¿Para que exponer su vida y con ella el devenir del Universo por adquirir un poco más de sabiduría, cuando atesora tanta? Además añade Frigg, que nadie tiene mejor juicio que ella.

Odín le responde “Mucho he viajado, mucho he aprendido. Mucho he preguntado a los Dioses. Me arriesgaré a visitar a Vafthrudnir y ver con mis ojos su morada”. Es mucho lo que se juega Odín, pero solo él sabe por qué es tan necesario este viaje.

Frigg, ante la decisión tomada por el padre de los Dioses, le desea su triunfo y que regrese sin daño.

Odín se presenta en el Palacio del Gigante y le dice: “Ardo en deseos de conocer si tú eres sabio a medias, o todo un sabio, tal como he oído.”

El gigante le responde quien es él para lanzar palabras amenazadoras. El juego mortal se pone en marcha: ”A menos que no seas de los dos el de más saber no abandonarás este Palacio con vida”.

Odín, se presenta como Gagnrad, como es costumbre en él, en sus viajes no revela su nombre auténtico, se mimetiza con los lugareños para poner en marcha sus planes. El gigante le hace a Odín cuatro preguntas que responde perfectamente. Pasa el turno de preguntas a Odín y el gigante responde con erudición cada una de ellas. Llega a la pregunta doceava y el gigante sigue sin fallar. Por el tipo de reto se entiende que el primero se equivoque perderá la cabeza, lo lógico sería que el gigante pasase a preguntar, pues esto le da la iniciativa al escoger que preguntará. ¿Cómo interpretar esto? Yo creo que el gigante llevado por su vanidad quiere dar una lección a Gagnrad: que contemple su grandeza.

Odín, de forma “humilde” (si es que podemos atribuir este concepto a Odín) a partir de la pregunta treceava comienza cada pregunta con el estribillo “Mucho he viajado, mucho he indagado, mucho a los dioses pregunté”

El gigante responde un sinfín de preguntas. Cuando Odín ya ha adquirido las respuestas que buscaba, hace una pregunta que solo él puede responder con la que la victoria es segura. Podría haber comenzado por esta pregunta y haber ganado sin arriesgarse, pero Odín vino a aprender cosas del gigante.

“¿Qué susurró Odín al oído de su hijo antes de que Baldr fuera llevado a la pira?”

El gigante es consciente de su error, se ha enfrentado a Odín y el juego ha terminado. Su autocomplacencia y vanidad le han matado.

“Solo tú sabes eso, lo que hace mucho tiempo dijiste en el oído de tu hijo: mis labios, a la muerte abocados dijeron mi antiguo saber y hablaron del Ragnarök”.

¿Necesitaba Odín confirmar o ampliar su conocimiento sobre el Ragnarök? Parece que si por las últimas palabras de Vafhrudnir. Cada uno de nosotros debemos indagar en la enseñanza que tiene para nuestras vidas. Odín es nuestro guía y no cuenta historietas.




El Espíritu de Pueblo (Volksgeist)



El Espíritu de Pueblo (Volksgeist)


En todas las épocas los poderosos han intentado aumentar su poder hasta el límite del aguante de los pueblos. Nuestra época no iba a ser distinta. Las ideologías que pretenden imponer a todos los pueblos de la humanidad, sin importar sus historias, costumbres, tradiciones y economías, la vemos avanzar lentamente.

Los Odinistas, como comunidad religiosa no vamos a renunciar al legado de nuestros ancestros, por mucho que nos pretendan convencer de las bondades de estas ideologías creadas desde la ingeniería social.

Por este motivo, los Odinistas reflexionamos sobre quiénes somos y hacia donde caminamos juntos como pueblo constituido por los hijos de Gaut.

Nuestra religión, como todos los politeísmos es respetuosa con todas las creencias, pues opinamos que cada pueblo debe seguir su religión ancestral. Los odinistas no queremos convertir a ninguna persona, ni convencerle de nuestra superioridad moral. Simplemente queremos vivir conforme a las creencias de nuestros ancestros.

Uno de los conceptos más fecundos del Odinismo es el Espíritu del Pueblo (Volksgeist). Este concepto fue desarrollado por filósofos europeos del siglo XVIII para poner de relieve la  naturaleza de los distintos pueblos, en contraposición de la Ilustración, que negaba las peculiaridades genuinas de cada grupo humano.

Hegel (1770-1836) nos dice que el sentimiento que cada pueblo tiene de sí y de sus posesiones, instituciones, costumbres, pasado, etc., constituye una entidad: es el Espíritu del Pueblo (Volksgeist). Es un espíritu determinado por la historia.

Herder (1744-1803) define el Espíritu del Pueblo como las fuerzas creativas que habitan inconscientemente en cada pueblo a través de su lengua, la poesía, la historia, el derecho, etc.

En un magnífico texto Herder condensa lo que nuestros ancestros nos han transmitido a través del Espíritu de nuestro Pueblo:

“Puesto que el hombre nace de una raza y dentro de ella, su cultura, educación y mentalidad tienen carácter genético. De ahí esos caracteres nacionales tan peculiares y tan profundamente impresos en los pueblos más antiguos que se perfilan tan inequívocamente en toda su actuación sobre la tierra. Así como la fuente se enriquece con los componentes, fuerzas activas y sabor propios del suelo de donde brotó, así también el carácter de los pueblos antiguos se originó de los rasgos raciales, la región que habitaban, el sistema de vida adoptado y la educación, como también de las ocupaciones preferidas y las hazañas de su temprana historia que le eran propias. Las costumbres de los mayores penetraban profundamente y servían al pueblo de sublime modelo.”
J. G. Herder Ideas para una Filosofía de la Historia de la Humanidad 1784-91.