Los europeos siempre hemos honrado a los héroes, a pesar de la condena
de las iglesias cristianas. El héroe y la vida heroica siguen siendo para
muchos europeos el modelo al que aspiran en sus sueños. ¿Qué nos impide vivir
como héroes?
El cristianismo en su misión de inculturación creó la figura del
santo, tomando prestadas del héroe europeo ciertas virtudes que no se concilian
con las crísticas. El objetivo era borrar de la cultura europea al héroe, pues
todo héroe es hijo de un Dios y de un humano. La larga edad de oscuridad que se
cernió sobre Europa durante los siglos VII al XV no fue capaz de destruir los
fundamentos culturales que los pueblos europeos recibimos del Urvolk. A pesar
que los apologistas del cristianismo desprestigiasen al héroe pagano, este
resistió y hoy en día está presente en nuestra cultura, aunque contaminado por
los valores del marketing. Si hacemos un breve repaso por la literatura épica
europea, desde los gloriosos días de la Ilíada, la Odisea, la Eneida, donde los
poetas narraban con libertad las gestas de los hijos predilectos de los Dioses;
llegamos al momento en el cual la autodenominada “religión verdadera” comenzó
su lento trabajo de censura e inculturación.
En la Irlanda de los primeros siglos de la edad oscura, el Sol aun
brillaba tenuemente en lo alto. Los grandes héroes, se manifestaban sin
ambages, mostrando su naturaleza humana en simbiosis con su divinidad. Así lo
dejaron escrito los monjes amanuenses al relatar los ciclos del Ulster
(Conchobar y Fergus) en el ciclo de Cuchulain, de Finn, etc. Estos seres al ser
simbiontes, a través de sus gestas heroicas llevaban a término la regeneración
de la naturaleza imperfecta del Cosmos, la cual renacía por su muerte heroica
(trágica). La condición humana era sublimada y transmutada en la divina, lo
cual permitía que las estaciones fluyeran regularmente y las constelaciones
siguieran su rumbo en el firmamento.
Los héroes del ciclo Artúrico y del Grial son formalmente cristianos,
pero debajo de la mojigatería de estos héroes, cuando entran en acción, resurge
el espíritu europeo. Perceval, Galván, Lanzarote, Yvain, etc, resuelven sus
aventuras en un mundo mágico, gobernado por fuerzas inexplicables para los
monjes que ponían por escrito las leyendas populares. Es la magia, en muchos
casos con un fuerte componente erótico, la que guía a los héroes artúricos en
su peregrinar en búsqueda del grial. La psicología analítica ha encontrado en
las obras de Chretien de Troyes una mina de similar riqueza a la hallada por el
psicoanálisis en la mitología griega. En una época de oscurantismo, el europeo
necesitaba religarse consigo mismo, necesitaba peregrinar en su inconsciente
colectivo, buscando quién era, de dónde venía y cómo podía volver a establecer
la conexión espiritual y psíquica con los Dioses. Esa era la meta del Grial, en
la cual los héroes artúricos, los caballeros de la mesa redonda, debían
responder a unas enigmáticas preguntas ante la presencia de un misterioso
cortejo presidido por una lanza, una copa y un plato. Perceval, en su primera
visita al castillo del rey Pescador, quedó deslumbrado ante el brillo de los
objetos y la riqueza del entorno. No se atrevió a romper la magia de la
procesión que le transportaba a regiones inexploradas del inconsciente
colectivo de su pueblo. Los cantares de gestas y los libros de caballerías
seguirán mostrando los valores del heroísmo europeo, dando fuerzas y esperanzas
a nuestros antepasados ante una inquisición que no les permitía realizarse.
Los héroes en el mundo pagano representan la máxima idealización de la virtud, la cual suele llevar siempre a la tragedia. Los héroes son los líderes de un pueblo con una clara conciencia de estirpe (sippe). Las relaciones genealógicas (stammbaum) centran las alianzas que desencadenarán los conflictos. La fidelidad a la estirpe, la venganza frente a la ofensa y la traición, llevan al conflicto armado cuyo resultado solo puede ser la victoria o la muerte. El pacto o la rendición no son admisibles, aunque de ellos se obtenga preservar la vida o las propiedades. Si la suerte de las armas es desfavorable al héroe, este sabe que su muerte mantendrá unida la estirpe y será modelo de valentía y determinación. Encarando la muerte sin esperanzas ni reservas mentales, sublimando el miedo y el instinto de autoconservación, el héroe transformará la derrota en victoria. Pasados los siglos, su estirpe o clan tendrán un modelo a seguir, un Dios que los guiará hacia la Gloria. Conocerán de primera mano lo que representa la disciplina, el valor, la fidelidad y el honor que solo se consiguen luchando sin restricciones por su estirpe. Lo que era una pequeña estirpe habrá crecido constituyendo una nación de fanáticos guerreros (berserkers, Úlfhedínn) que lucha sin miedo por la Gloria de su sangre.
Las tragedias de los héroes germánicos recuerdan a las de los héroes
griegos, lo cual no debe extrañarnos, pues ambos pueblos son hijos del Urvolk.
Sigmund, Sigfrido, Alarico, Roldán, Fernán González (de nombre visigodo
Fredinandus Guldisalviz), Hildebrand (de la tribu de los ostrogodos) son héroes
que les guía una fuerza que está por encima de los Dioses, el Destino. Esta
misteriosa fuerza, por un lado quita la vida humana al héroe, pero le otorga la
Gloria Imperecedera reservada a los Dioses.
La lealtad, tan valorada por las sociedades europeas, nace de la
libertad que todo guerrero tiene de escoger a su señor. El vasallo debe una
lealtad a su señor inquebrantable, por encima de la estirpe y la familia. El
conflicto se desata cuando el infortunio lleva a dos hermanos, o a un padre y un
hijo a luchar a muerte entre sí. Así le sucedió al godo Hildebrand, que
reconoció a su hijo antes del riepto (duelo judicial), pero el Destino había
sellado que solo uno podría salir vivo y el honor exigió una lealtad mas allá
de la sangre.
Los héroes por su naturaleza dual, poseen puntos débiles (analogía de
la unión imperfecta de los espíritus humano y Divino), lo cual genera paradojas
que acentúan su grandeza. Sigfrido viene a ser un avatar de Aquiles. Ambos son
valientes, decididos, leales y expertos sin par en el uso de las armas. Mas su
exacerbada virtud los llevará a caer bajo las armas de guerreros indignos
(Hagen y Paris).
La venganza en los pueblos germánicos (blutrache) y en general en los europeos, es una de las virtudes más excelsas. La lealtad a la sippe, al clan guerrero, se transforma en venganza como reparación ante una traición o una afrenta; aunque esta venganza implique en la mayoría de los casos la muerte del héroe y de sus allegados. Así, la venganza constituye el acto más sublime de lealtad y honor que el héroe entrega a su sippe o clan guerrero. La venganza es la antesala de la muerte heroica que dará lugar a Cantares y Sagas que serán recitadas por trovadores y escaldos ad aeternum.
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