El mundo microscópico se rige
por unas leyes que rompen nuestros esquemas cotidianos, aquellos que nos
permiten sobrevivir. El estudio de la materia y la energía no solo nos proporcionan
una tecnología con la que tener una vida mejor; nos abren la mente a nuevos
mundos gobernados por reglas absurdas, si creemos que nuestra experiencia
cotidiana es la que rige lo que es lógico y posible. Cuando la humanidad sea
capaz de jugar a su antojo con las propiedades de la materia, de la energía y del
espacio, el ser humano podrá salir de las rígidas leyes que le aprisionan. Los
Æsir fueron descritos por nuestros ancestros como hombres que poseían un poder
indescriptible. Posiblemente, aunque avancemos mucho en el desarrollo
científico y tecnológico, la esencia de la condición humana, de sus humildes orígenes,
seguirá presente en las mentes de los ásatrúar de los próximos milenios. Al
igual que nosotros encontramos en los mitos y tradiciones primigenios el
fundamento de nuestro ser; nuestros descendientes, a pesar de haber
evolucionado hacia nuevas formas de vida, se fundamentarán en la esencia del
ser humano. La biología, la ecología y la cultura nos han condicionado como
especie y como individuos. Debemos distinguir los elementos trascendentes de los
contingentes, para transmitir un legado espiritual sólido que facilite a las
futuras generaciones un crecimiento sin fisuras, sin crisis aniquiladoras. En
la anatomía del ser humano distinguimos características que le han permitido
evolucionar más rápido que otras especies como la corteza cerebral o las manos.
Estas características son en sí mismas contingentes, podrían haber sido otras,
pero han determinado nuestra cultura, nuestra ciencia (sistema de base diez
debido a los diez dedos de las manos), nuestros idiomas (capacidad de articular
palabras), nuestras creencias religiosas, etc. Sentimentalmente estamos
vinculados a estas características, debemos saber reconocerlo y colocarlas en
su justo lugar, como un nexo de unión con nuestros ancestros y nuestros
sucesores. Mas nuestro futuro se abre hacia mundos regidos por leyes
completamente extrañas a nuestra cultura, a nuestra historia. No podemos
introducirnos en el mundo de la física de partículas, ni en las infinidades
siderales del espacio; si no encontramos quienes somos realmente, si no
reinstauramos los principios que han guiado a nuestro pueblo, apartando lo
coyuntural y lo anecdótico, de lo esencial.
Renacidos de nuestras cenizas, con un espíritu puramente europeo
nos adentraremos en la exploración de todas las dimensiones de nuestro Cosmos,
desde lo minúsculo a lo infinito. Habrá un día que nuestros descendientes
estarán establecidos a lo largo de nuestra galaxia, a distancias difícilmente
compatibles con la esperanza de vida de un individuo. La fuerza que impulsará
esta conquista será la misma fuerza que llevó a nuestros ancestros a fundar
nuestras naciones y después expandir nuestra sociedad por el planeta.
Esa fuerza es la esencia de nuestra ciencia, de nuestra cultura, de nuestra
religión. Analicemos esa fuerza creadora, purifiquémosla y trasmitámosla
acrecentada. Demostrando que somos
dignos hijos de los Æsir y de los héroes que han conformado nuestra cultura,
nuestra sociedad, en definitiva, nuestro ser trascendente.
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