viernes, 15 de febrero de 2019

Odín el Mago



Odín el Mago

Odín es un dios excepcional, sobresale por sus numerosas dotes. Incialmente era un dios de la guerra y de los guerreros. Posteriormente incrementó su sabiduría de tal forma que llegó a ser el dios de la poesía y de la ciencia. Odín es un caso excepcional de autosuperación y amor a la ciencia. Recorrió el Universo preguntando a todos los seres, pues el saber está muy repartido y cada cual es sabio en un arte concreto. En las Eddas vemos como Odín camina como un peregrino, con lo puesto, ligero de equipaje, sin séquito. No duda en internarse en el país de los gigantes, sus enemigos ancestrales para aprender su ciencia. Pregunta a los espíritus de las aguas, de los bosques, a los elfos y hasta a los humanos. En Odín no hay sobervia.

El tio de Odín, Mimir era el guardian de la fuente de la sabiduría. Odín necesitaba incrementar sus facultades intelectuales. Mimir solo le permtió beber de la fuente después de entregar uno de sus ojos. Pasado el tiempo, Odín pudo devolver el favor a Mimir. A causa de la tregua entre los Æsir y los Vanir, Mimir fue decapitado. Odín encontró el remedio adecuado para mantener viva la cabeza de Mimir. Para ello utilizó su magia y una cataplasma de barro y hojas.
En la Saga de los Ynglingos (capítulos 4 y 7) se narra la guerra entre los Æsir y los Vanir. La guerra duraba demasiado y no se veía un bando vencedor. Se llegó a una tregua en la cual se pactaron las condiciones de una paz definitiva. Para ello, siguiendo la tradición, cada bando entregaba a personajes notables como rehenes. Desde Vanaheim se enviaron a Njördr, Freyr y Freyja. De Asgard se enviaron a Hoenir y a Mimir. Los Æsir habían dicho a los Vanir que Hoenir era un hombre sabio, el más adecuado para ser su rey, nombrando. Con el paso del tiempo los Vanir se percataron que Hoenir no tomaba ninguna decisión sin consultar con Mimir. Se sintieron engañados, pues pensaron que Hoenir estaba a la altura de los rehenes que ellos habían entregado a los Æsir. En venganza decapitaron a Mimir. Odín encontró en un camino el cuerpo decapitado de Mimir, pudiendo mantener con vida su cabeza. De esta forma su sabiduría continuó estando disponible para los Æsir.

El hidromiel de los poetas es una bebida con gran poder mágico. Muchas pruebas tuvo que superar Odín para conseguirlo. Se cuenta en el Skáldskaparmál LVII, que después de la tregua entre los Æsir y los Vanir, estos decidieron formalizar la paz mediante un rito de hermanamiento. Para ello ambas naciones de dioses decidieron escupir en una vasija. Transformaron la saliva en un hombre al que llamaron Kvasir. Este poseía una sabiduría como antes no se había visto. 

Comenzó Kvair un viaje por Midgard enseñando a los hombres y aprendiendo cosas nuevas. Dos enanos llamados Fjalar y Galar deseaban para sí la sabiduría de Kvasir. Planearon matarlo, para lo cual invitaron a Kvasir a su casa. Después de una breve conversación lo mataron. Los enanos sabían que su sabiduría se encontraba en su sangre, en la cual estaba el material genético de los dioses Æsir y Vanir. Extrajeron la sangre y la depositaron en tres recipientes, mezclándola con miel, dando lugar al hidromiel de los poetas.

Los dos enanos mataron al gigante Gilling y a su esposa. El hijo de la pareja, Suttung se vengó atrapando a los enanos, encadenándolos en unas rocas que la marea cubriría, con lo que los enanos pagarían sus crímenes con la muerte por ahogamiento. Los enanos para salvar sus vidas ofrecieron el hidromiel a Suttung. Este acepto el cambio, recibiendo los tres recipientes que guardó en una cámara secreta, en lo más profundo de la montaña de Hnitbjörf. La hija de Suttung, Gunnlod se encargó de custodiarlo de día y de noche.  Los Æsir estuvieron buscando a Kvasir, y se enteraron de su triste final. Los enanos dijeron que se había ahogado en su sabiduría al no encontrar una persona lo suficientemente inteligente con la que compartir tal carga. Odín asumió la responsabilidad de evitar que el hidromiel de los poetas cayese en manos de los gigantes. 

Se dirigió a Jotunheim bajo la apariencia de un hombre llamado Bölverkr. En Jotunheim se dirigió a la granja de Baugi, un gigante hermano de Suttung. Baugi precisaba mano de obra con urgencia. Los nueve sirvientes humanos que tenía se habían matado entre sí en extrañas circunstancias. Bölverkr hizo un trato con Baugi, el realizaría la tarea de los nueve sirvientes hasta finalizar la temporada, a cambio el le ayudaría a tomar un trago del hidromiel de Suttung. Bölverkr cumplió con éxito su duro trabajo, Baugi debía cumplir su promesa. Se dirigió a la casa de su hermano Suttung y le pidió un trago de hidromiel, recibió por respuesta un colérico no.

 Bölverkr cambió de estratagema. Entregó una barrena llamada Rati a Baugi, para que este perforase un túnel en la montaña por el cual alcanzar la cámara donde se guardaba el hidromiel. Baugi, atrapado entre su palabra a Bölverkr y el no causar daño a su hermano, decidió mentir a Bölverkr. Le dijo que el túnel estaba terminado, pero Bölverkr sopló y se dio cuenta que el polvo regresaba y le manchaba. Baugi sigió perforando la montaña, llegando hasta la cámara. Bölverkr, soplo comprobando que esta vez sí era cierto. Se transformó en un ofidio, momento en el cual Baugi intentó matarlo golpeándole con la barrena, pero Bölverkr la esquivó.

Al llegar a la cámara observó a Gunnlod sentada en un taburete de oro. Bölverkr se presentó con forma humana a la giganta. Durante tres días la sedujo, al final Gunnlod se enamoró de los encantos de Bölverkr, entregándose a la pasión. Bölverkr le pidió a Gunnlod que le diese a probar un trago de los tres recipientes donde estaba el hidromiel. La giganta aceptó. De un trago vació Bodn, del segundo trago vació Són y del tercero vació el caldero Odrerir. Una vez tenía el hidromiel en su estómago, se transformó en un águila y se lanzó a un vuelo frenético por alcanzar Asgard. Suttung vió elevarse el águila y supo que era Odín, transformándose en otra águila, comenzando la persecución. Al divisar Asgard, Odín estaba a punto de ser alcanzado debido al peso del hidromiel. Los Æsir pusieron vasijas para que Odín pudiese verter el hidromiel de los poetas en ellas. Una pequeña porción cayó fuera de las murallas de Asgard, es la denominada porción de los poetas menores y aun hoy en día se puede encontrar.

Los magos también necesitan del poder del hidromiel para interpretar las runas. En las inscripciones grabadas en piedras en caracteres rúnicos se invoca a Odín con la finalidad de guiar e inspirar a los magos. Se conservan piedras rúnicas por toda Escandinavia, el norte de Alemania e Inglaterra. Algunas no son completamente descifrables al contener caracteres mágicos, de significado desconocido en la actualidad. Los símbolos mágicos más comunes son la cruz gamada, el martillo de Thor y el mistérico triple cuerno entrelazado. Los magos a través del poder de Odín sabían donde se encontraba un tesoro, los caminos que seguir en una ciénaga o en la espesura del bosque.  El poder de profetizar era muy valorado por los germanos. Odín sacrificó un ojo para ver el porvenir. 

En la Ynglingasaga leemos que Odín era un maestro en el arte de la Seidhr, por medio del cual conocía el destino de los dioses y los humanos. Era capaz de causar desgracias, enfermedades o la muerte a sus adversarios. Freyja fue la maestra de Odín en el arte mágico de Seidhr. Los Vanir durante la guerra que sostuvieron con los Æsir emplaron hábilmente a su favor la magia. Los hombres no podían usar las técnicas de la Seidhr, está producía una femeneidad que les causaba espanto. Por esto quedó la Seidhr como un arte mágico propio de las sacerdotisas. Entre los germanos era costumbre consultar a las mujeres las cuestiones complejas, valoraban su realismo y valor para encarar las situaciones más difíciles.

Odín como mago podía cambiar a voluntad su aspecto físico, transformándose tanto en un ser humano como animal. Para ello se tumbaba en el suelo, pasando por un estado similar a la muerte, renaciendo en la forma de un pájaro, un águila o un humano.
Odín no permanecía indiferente ante un combate, decantándose por uno de los contendientes. A sus enemigos los podía paralizar de miedo, cegarlos o hacer que sus armas perdieran el filo o se partieran como simples vidrios.

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