lunes, 26 de diciembre de 2022

La Migración de los Suevos desde Eslovaquia hasta Hispania

 

En el año 406 vándalos asdingos, silingos, suevos y alanos iniciaron su marcha hacia el Oeste, siguiendo probablemente la calzada romana que bordeaba el Danubio, atravesando  Augsburgo, Cannstadt, Heidelberg hasta llegar a Maguncia donde una parte de los alanos acaudillados por Goar decidieron prestar servicio al Imperio[1]. Entre los autores hay discrepancias en el camino seguido y en los pueblos que se unieron, esto se debe a lo confuso de las fuentes y, por tanto, según se de mayor o menor crédito a uno u otra fuente. Según Schmidt el camino desde Maguncia fue: Reims, Tournay, Amiens, Tours, Burdeos y Pamplona. En cambio Christian Courtois, especialista en el pueblo vándalo, considera que después de cruzar el Rhin los cuatro pueblos se separaron, solo caminaron juntos por la orilla izquierda el camino que va desde Maguncia (Mainz), Worms, Espira, separándose en Estrasburgo[2]. Ambrosio atribuía a la llegada de los hunos el movimiento de los pueblos bárbaros, en cambio otros cronistas, como Orosio, Jordanes, la Crónica Gálica y San Isidoro culpan a Estilicón por la invitación que hizo a los bárbaros de traspasar las fronteras Imperiales. Lo que parece indubitable es que la retirada de las guarniciones del Rhin para hacer frente a las invasiones de los visigodos de Alarico en el 402 y a las huestes ostrogodas de Radagasio en el año siguiente alentó a los bárbaros a cruzar el Rhin. Jerónimo cita a los cuados y a los alamanes entre los pueblos que cruzaron el Rhin. Gregorio cita a su vez a los vándalos y a los alamanes o suevos, lo cual confirma  que el mismo pueblo se denomina suevo la antigua o alamán confederación más reciente que englobó a las poblaciones anteriormente denominadas suevas. Así, si un autor se guiaba por las fuentes clásicas usaba el término suevo y si tenía fuentes actuales usaba el término alamán. La misma Suabia es la región donde se habla el dialecto alamán. Los pueblos que pertenecían a la confederación de los suevos en la época de Julio César o Tácito fueron poco a poco formando la confederación de los alamanes (todos los hombres), siendo estos herederos étnicos de los primeros.

 

Tropas francas defendían el paso del Rhin. La lucha se mostró muy sangrienta e indecisa, sola la llegada de un contingente alano acaudillado por Respendial otorgó la victoria a los vándalos y sus aliados. Fue el 31 de diciembre del año 406 e. c., la puerta hacia la libertad de Occidente se estaba abriendo lentamente, el Imperio comenzaba su lenta pero imparable implosión. El mismo rey vándalo Godegiselo cayó muerte, alzándose su hijo sobre el pavés como nuevo rey electo. Desde Maguncia la coalición bárbara avanzó por Tréveris, Reims, Tournay, Arrás y Amiens. De aquí, en dirección Suroeste se dirigieron hacia Toulouse, plaza defendida por el obispo Exuperio[3].

Jordanes nos dice que la proclamación del general romano Constantino como cesar por las tropas de Britania aportó mayor seguridad a la población de las Galias, en parte por la llegada de voluntarios alamanes y francos que se alistaron en las legiones. La capital del Imperio de las Galias restaurado se situó en Arlés, donde se acuñaron monedas con la leyenda de Constantino emperador. En Hispania residían muchos primos del emperador Honorio; cuatro de ellos eran hermanos y se destacaron por su activismo político: Dídimo, Veriniano, Teodosio y Lagodio. El emperador Constantino envió legados para negociar con los cuatro próceres, los cuales rechazaron las propuestas. Los primos reunieron fuerzas entre los esclavos de sus latifundios y se dirigieron hacia los pasos de los Pirineos. Constantino, una vez fracasada la vía diplomática formó un ejército que puso al mando de su hijo Constante al cual nombró co-emperador.








Extraído del Libro: Los suevos Libertadores de Hispania, autor: Fernando López de Prado López

[1] Wilhelm Reinhart, opus cit., pág. 26.

[2] Casimiro Torres Rodríguez, El Reino de los Suevos, Barrie, 1977, Coruña. Pág. 29.

[3] Wilhelm Reinhart, opus cit., pág. 27.





No hay comentarios:

Publicar un comentario