jueves, 29 de diciembre de 2022

La Sociedad en el Reino Visigodo de Toledo

 

La población de hispano-romanos era unos 7-9 millones, los visigodos unos 250.000, a los que había que sumar otros 35.000 suevos[1],  de los cuales unos 9.000 serían guerreros. Estos datos son los más aceptados, aunque necesariamente imprecisos por parquedad de las fuentes.

 

La Aristocracia

 

La alta nobleza visigoda estaba formada por seniores y magnates. Era una nobleza de sangre, en la que la familia de los Balthos se situaba en la cima. Muchos de los reyes procedían de esta Sippe. En segundo lugar se situaban los funcionarios palatinos, terratenientes y alto clero. La nobleza se ejercía tanto por la posesión de ricos predios como por el desempeño de los cargos más importantes. Uno de los privilegios de la alta nobleza era que no podían ser torturados físicamente en los procedimientos judiciales. Toledo como capital del reino congregaba a los más altos funcionarios del estado y de la iglesia. En las capitales de provincia se establecían gobiernos regionales tanto civiles como eclesiásticos. La protección del soberano estaba a cargo de los gardingos o leudes (fieles al rey). Los principales despachos del gobierno estaban al frente de un conde (comes). A su vez los condes creaban redes clientelares de hombre libres a los que armaban, eran los sayones.

El estamento de los maiores lo formaban los principales cargos del reino: palatinos, militares o jurisdiccionales. Los primates palatii eran la clase dirigente más importante, los más próximos al rey, todos ellos eran come palatii. Su número era de unos veinte. Les seguían en poder los seniores gothorum o viri illustres: duques y condes provinciales, seis duques y unos ochenta comités. Les seguían en importancia los gardingos o fides: eran los responsables de la seguridad del rey, su guardia. La palabra gardingo procede de la germánica wardôn, de la que derivan las españolas: guardar y guardia.

 

El pueblo libre

 

Los hombres plenamente libres eran aquellos que no dependían de ningún señor para su subsistencia: pequeños propietarios, artesanos, mercaderes, etc. En oposición, los semilibres o iuniores si dependían económicamente de un señor y esta dependencia podía ser de varios tipos:

La encomendación podías ser de dos tipos: territorial o personal. En la primera el hombre semilibre recibe tierras para que las explote. En la segunda, los brucelarios (mercenario), reciben armas con la condición de acudir cuando fuesen llamados al campo de batalla. La encomendación se transmitía de padres a hijos, aunque era posible romperse la relación si en encomendado entregaba las tierras recibidas y armas recibidas del señor y la mitad de lo adquirido durante la etapa de encomendación. Condiciones que debieron hacer harto difícil la rescisión de esta servidumbre.

 Los esclavos

A la condición de esclavitud se llegaba por nacimiento o se adquiría por una condena. Los esclavos eran objetos de derecho no sujetos. Los siervos del rey podían tener propiedades, esclavos y su testimonio era tenido en consideración en un juicio. Los obispos eran los principales tenedores de esclavos dedicados al cultivo de sus latifundios. La manumisión de los esclavos eclesiásticos era más compleja que la manumisión de los esclavos de señores laicos. Las fugas de esclavos eran frecuentes y constituyeron un problema que preocupaba al estado. Egica, en el 702, en una ley cita el creciente vicio de la fuga.






[1] Wilhem Reinhart, Historia General del Reino Hispánico de los Suevos, Madrid, 1952. Pág. 32.

Extraído del Libro: Los suevos Libertadores de Hispania, autor: Fernando López de Prado López

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