sábado, 31 de diciembre de 2022

La persecución de los no católicos

 

Toda creencia humana, sea filosófica, religiosa, espiritual o científica merece respeto y no debe ser corregida ni perseguida.

Vimos una época en la que el catolicismo ha tenido que reconocer muchos de los crímenes de lesa humanidad cometidos por sus ministros. Varios Sumos Pontífices[1] han reconocido que la evangelización, la Inquisición, la pederastia y el apoyo a dictaduras fueron errores graves. El lado bondadoso de Cáritas y de los curas obreros no tiene nada que ver con la Iglesia estado del pasado. El principal problema que planteó la Iglesia católica fue postura de ser la única verdadera y, por tanto, quien no fuera católico era un hereje y estaba fuera de la ley. Recordemos los tristemente famosos autos de fe celebrados en España durante los siglos XVI al XVIII. Visitemos los museos que guardan los instrumentos con los que la Inquisición, instrumento de Cristo en la tierra, conseguía las confesiones de los reos; delitos que hoy sonarían a risa, como lavarse en sábado.

La Hispania de los siglos IV al VI era un territorio rico en creencias ancestrales y también en otras foráneas. La Iglesia católica, como religión extranjera debería haber respetado las creencias paganas autóctonas, al igual que un invitado no impone al anfitrión el protocolo de la celebración. Desde su arribo a Hispania los ministros católicos iniciaron una campaña agresiva de proselitismo y cuando alcanzaron un número suficiente de fieles y con la infraestructura del Imperio impusieron la fe católica como fe del estado. El terror católico se extendió por toda Hispania. En regiones como el norte de Gallaecia, los cultos paganos resistieron el envite de los obispos, no solo eso, sino que florecieron muchas comunidades gnósticas, priscilianas y arrianas. Torres Rodríguez nos dice que la Iglesia en Gallaecia se organizaba desde las capitales de los tres conventos jurídicos: Braga, Lugo y Astorga. Braga gozaba de la condición de metropolitano (arzobispado). Durante el reinado de Hermerico estaba al frente Balconio que según Torres Rodríguez[2] tenía un gobierno: “patriarcal, bondadoso y abierto”. Durante su mandato combatió las herejías de priscilianos, origenistas y suevos. La ejecución de Prisciliano junto a la Puerta Negra, en Treversis, en el año 383 desencadeno una oleada de indignación en el pueblo gallego que Torres Rodríguez atribuye[3]: “en el acentuado sentimentalismo del pueblo gallego produjo una masiva compasión la ejecución de los priscilianistas, que llegó a considerar como mártires”. Para poner coto a la peligrosa reacción prisciliana el emperador Honorio dicto severas leyes y el Concilio de Toledo en el 400 dio luz verde a la caza del prisciliano. Así no los dice Torres Rodríguez[4]: “Todo Priscilianista convicto era condenado a perdimiento de bienes e inhabilitado para celebrar contratos o testar. El siervo que delatase a su señor quedaba libre… Los perfectos y demás oficiales públicos que anduviesen remisos en la persecución de la herejía pagarían multas de 20 libras de oro.”

La llegada de los suevos impidió que la legislación Imperial se hiciera efectiva, animando a muchos maniqueos y herejes a emigrar al reino Suevo para vivir en libertad su espiritualidad. Ante el Concilio de Toledo del año 400 se manifestaron tres corrientes: un grupo de obispos apreciaron las verdades contenidas en la doctrina prisciliana, otros aceptaron las disposiciones ortodoxas del Concilio y un sector que no acudió y no aceptaba todos los preceptos del Concilio.

El gran perseguidor de los priscilianos fue Toribio de Astorga, Santo Toribio para los católicos ortodoxos. En el año 445, sin la implicación de ningún obispo metropolitano, siguiendo órdenes expresas de León I y con la colaboración de Hidacio, obispo de Chaves, y de Cepronio, obispo de Caldas de Reis. Los gravísimos errores de los priscilianos, según López Caneda[5] eran: “reprobación del matrimonio; dualismo de principios; panteísmo emantista y disposición de círculos celestes; pelegrinación de las almas; formación casual del hombre y fatalismo sideral y libertad del hombre”-

Cualquier persona cuerda no puede ver error en estos puntos porque son cuestiones de naturaleza filosófica y, por tanto, abiertas al debate intelectual, pero si de algo carecen los inquisidores es de abertura al debate ni respeto a la libertad de conciencia. Este terror impuesto por la Iglesia católica no ha sido suficientemente denunciado.

El plan inquisitorial de Toribio era[6]: “desenmascarar a los herejes, que querían pasar por católicos, y que, cuando se les impugnaba, retiran inmediatamente sus expresiones. Para ello se apeló al testimonio de fieles, a los que se exhortaba a denunciar a los herejes; para lo que Santo Toribio en un librito hizo un resumen usando las mismas expresiones de los herejes; para que no pudieran negarlos”. Esta forma de actuar fue la empleada por las policías secretas de los regímenes más crueles”.









Extraído del Libro: Los suevos Libertadores de Hispania, autor: Fernando López de Prado López

[1] El  Papa Francisco: “Pido humildemente perdón no solo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”. También ha reconocido el fracaso de las autoridades eclesiásticas "al afrontar los "crímenes repugnantes" de los abusos sexuales a menores por parte del clero católico, una lacra que tuvo en Irlanda una de sus crisis más graves. 

[2] Torres Rodríguez, El Reino de los Suevos, pág. 92.

[3] Torres Rodríguez, El Reino de los Suevos, pág. 94.

[4] Torres Rodríguez, El Reino de los Suevos, pág. 94.

[5] Ramón López Caneda, Prisciliano, pág. 129.

[6] Casimiro Torres Quiroga, opus cit., pág. 105.

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